Sus destinos van a separarse. Hora es de que el fiel escudero marche a la extraordinaria y jamás vista ínsula de Barataria. Pero aún disponen de unas horas juntos, y don Quijote no quiere dejar de mostrar su alegría sincera por la buena fortuna de Sancho. Alaba lo que parece bondad y generosidad de los duques. No hay envidia en su ánimo. Muy al contrario, abre el libro sagrado de su corazón y lee en voz alta preciosas perlas de sabiduría para acompañar al futuro gobernador. Traza para Sancho el poderoso ideal de una justicia basada en la bondad. Aquella noche, vísperas de la partida, la misericordia queda encumbrada muy por encima de la estricta aplicación de la ley, al menos cuando las circunstancias sean oscuras y exista la posibilidad de causar un daño irreparable por exceso de rigor. Es preferible equivocarse por bondad que castigar por ceguera. Y añade que jamás debe ser deshonrado, con palabras o con gestos, quien ya ha sido castigado con obras. En tal caso no existiría derecho, sino ensañamiento.

Esta concepción de la justicia es fácilmente perceptible, incluso antes de que el loco de la Mancha la vierta en palabras. Así, devuelve la libertad a los galeotes, aunque haya de quedar él mismo fuera de la ley, buscado por la Santa Hermandad como un vulgar delincuente. Más aún, sólo su conmiseración hacia el Roto de Sierra Morena, el desgraciado Cardenio, permitió salvar a este desventurado que se había arrojado a las soledades de los montes. Sin el caballero de la Triste Figura se hubiera dejado morir, convertido en un salvaje.

Pocos hay que hayan tenido a don Quijote ante sus ojos y que no hayan reconocido la presencia de una sabiduría ancestral en sus palabras, aunque estuviera oculta bajo el antifaz de tantos disparates. Su razón se encuentra entreverada con su locura, ambas son inseparables. Gente de extraordinaria perspicacia y bondad, como el Caballero del Verde Gabán, se dieron cuenta enseguida. Aunque Cervantes no está loco, su mundo moral coincide con el de don Quijote. Por desgracia no es el mundo en el que los demás viven. El mundo, del día a día, más duro y menos considerado, es el mundo del otro don Quijote, del enloquecido Martín Quijada, a quien Avellaneda hace blanco de sus burlas. Parodiando el episodio de los galeotes, el Caballero Desamorado se encuentra en Zaragoza un hombre llevado a la fuerza sobre una mula y expuesto semidesnudo a las miradas de todos para que, una vez condenado por sus delitos, fuera además sometido al escarnio general, a la burla y a los insultos de una población que encuentra en la desgracia ajena una forma de no pensar en sus propias miserias.

Igual que en el episodio de los galeotes, el falso don Quijote intenta liberar al preso, pero sus intenciones no son tan honorables ni tan meditadas como las de su modelo. Antes bien, la locura brota a borbotones de sus labios contaminando el aire con fantasías caballerescas y equívocos deseos de gloria. Sin mención a la menor cuestión de justicia o humanidad, el personaje de Avellaneda está muy lejos de condenar la arbitrariedad o la opresión. No tarda en ser reducido por la fuerza pública, y la plebe ávida de placeres obtiene, de manera inesperada, doble diversión ante los palos y las burlas que le llueven al loco, prontamente arrojado a la cárcel en medio de la alegría general. La masa grita complacida, satisfecha por vivir en un mundo que favorece los castigos públicos, los linchamientos y la humillación.

Locos, delincuentes, prostitutas, son objeto de risión para Avellaneda, como si los contemplara desde las cumbres de su suficiencia, pero son tratados de manera muy diferente por Cervantes, que a nadie robó su dignidad y a todos hizo hijos de sus obras. Aquel escribió sólo para su tiempo y sus iguales, pero este lo hizo para la eternidad y la humanidad entera.

QOSHE - La infamia se ríe a carcajadas - José Antonio Molina Gómez
menu_open
Columnists Actual . Favourites . Archive
We use cookies to provide some features and experiences in QOSHE

More information  .  Close
Aa Aa Aa
- A +

La infamia se ríe a carcajadas

2 5
05.01.2024

Sus destinos van a separarse. Hora es de que el fiel escudero marche a la extraordinaria y jamás vista ínsula de Barataria. Pero aún disponen de unas horas juntos, y don Quijote no quiere dejar de mostrar su alegría sincera por la buena fortuna de Sancho. Alaba lo que parece bondad y generosidad de los duques. No hay envidia en su ánimo. Muy al contrario, abre el libro sagrado de su corazón y lee en voz alta preciosas perlas de sabiduría para acompañar al futuro gobernador. Traza para Sancho el poderoso ideal de una justicia basada en la bondad. Aquella noche, vísperas de la partida, la misericordia queda encumbrada muy por encima de la estricta aplicación de la ley, al menos cuando las circunstancias sean oscuras y exista la posibilidad de causar un daño irreparable por exceso de rigor. Es preferible equivocarse por bondad que castigar por ceguera. Y añade que jamás debe ser deshonrado, con palabras o con gestos, quien ya ha sido castigado con obras. En........

© La Opinión de Murcia


Get it on Google Play