Margarita Robles, con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, en el Salón del Trono del Palacio Real. / Alejandro Martínez Vélez EUROPA PRESS
Por si aún no lo he contado, aunque tengo para mí que sí, no suelo ser un apasionado del Concierto de Año Nuevo en el Musikverein de Viena, pese a que este año Ricardo Mutti, al que cada vez profeso mayor admiración, diera una lección de madurez y contenida propensión al alboroto hortera en que suele convertirse el Concierto cuando el público se empeña en codirigir la orquesta a base de palmas. En fin, desde que el grandísimo Carlos Kleiber firmara su sublime, sobria y genial dirección de 1989, no me interesa ver las endiosadas batutas -símbolo heteropatriarcal, diría el feminismo cañí- de tanto vanidoso director. Pero eso va en gustos, y, a mí, el exceso de almibarada glucosa que rezuman los valses de la familia Strauss suele abocarme a la ‘insulinodependencia’. En cualquier caso, ahora que hablaré de celebraciones fúnebres y recuperación de la memoria, no está de más reseñar que quien creó este Concierto en 1939 fue el ministro de propaganda nazi Josepf Goebbels. Tratándose de Austria y pese a sus orígenes (imagínense lo que habríamos hecho en España si lo hubiera creado Franco), el concierto se celebra todos los años sin que los austríacos se avergüencen. Por si les interesa, y de manera altruista dado que hablaremos de la muerte, sugiero que escuchen al otro Strauss, Richard (nada que ver con la saga), en su premonitorio, seminal, melancólico, bellísimo y poco interpretado poema sinfónico Tod und Verklärung (Muerte y Transfiguración) dirigido por Claudio Abbado.
Finalizando el año 2024 nos enteramos de que el entrañable cultivador de cacahuetes y........