Aunque el título nos pueda recordar la novela de H. G. Wells, ‘La guerra de los mundos’, no se trata de una invasión marciana aunque lo parezca a veces. En todo caso de dos mundos diferentes que se enfrentan por ganar el futuro, o sea tener el poder sobre el mismo para orientarlo y dirigirlo como presente de un mañana con ventaja para esa parte. Lo que parecen escaramuzas de confrontación política, no son más que verdaderas batallas para gobernar el tránsito de una etapa a otra. La clave está en alcanzar el poder para orientar el proyecto de futuro partiendo de lo que hay y contando con lo que se avecina.
Lo que hay es una democracia, al menos en teoría y con algunos defectos, con una estructura económica liberal sometida a un Estado social y soberano, que legisla leyes y normas y regula su aplicación en beneficio de la sociedad mediante una estructura de gobierno representativo, al que parece que intentan deteriorar para instalar un sistema más autocrático o plutocrático.
Tribuna
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Lo que viene es una era de tecnología punta, donde el poder basado en esa tecnología será inmenso. Porque el poder, que puede ser de diferentes tipos, siempre conlleva el dominio, directa o indirectamente, de los recursos o materias que necesita el otro, sobre todo en el mundo del mercado que es el motor de la economía, ya sea de recurso tangibles o intangibles. Si A tiene o controla aquello que necesita B, entonces, B ha de someterse, en gran medida, a las exigencias de A para conseguirlo. Esta es una forma simple de explicar donde se sustenta el poder en el mundo de las transacciones de cualquier tipo, aunque aparezca la competencia entre proveedores como moduladora.
No quiero entrar en ese debate más de aplicación empírica que teórica. Hablamos del poder en un hipotético mundo futuro, cuasi distópico, que se nos presenta como un reto organizativo y convivencial para la sociedad, encorsetada en métodos clásicos, que requieren cambios importantes para acoplarse a las nuevas........