Algo que ya muy pocos recordamos es la imagen de esas grandes y viejas rocolas que se abrían como un telón para que el show empezara una vez la aguja cayera sobre el disco de 33 revoluciones y que girando, surco tras surco, reprodujera la música, a dos lados, bajo el crujir tan particular del vinilo.
Mi generación no es la de Tom Jones, Burt Bacharach, Count Basie, Cole Porter o Tony Bennet. No me voy a referir a lo que mis contemporáneos creen que es música ¡No vale la pena!
De otro lado, faltaría a la verdad si digo, por ejemplo, que la primera canción de Sinatra que escuche fue “Laura” o “Brazil”; lo que si tengo muy claro es que la canción que me enganchó fue “The moon was yellow (And the night was young)” y estaba en alguno de esos discos que reproducía la vieja Motorola de mis padres.
En efecto, hablar de Francis Albert Sinatra es hablar de estilo. A tal punto que solo con esmoquin se sentía una auténtica estrella y para ello tenía sus propias reglas como llevar casi siempre un pañuelo naranja, su color favorito, y que las mancuernas sobresalieran de la manga del saco casi a una medida milimétrica. Para fumar y beber cantando, Frank también tenía sus propios códigos.
¡Tantas extrañas en la noche!, pero él únicamente se casó en cuatro ocasiones. A Nancy la adoró por ser la madre de sus hijos; al “animal más bello del mundo” la amó con la potencia de un volcán de 36 años, a Mia seguramente con la pasión que despierta una mujer 29 años menor. Al momento de separasen, a las tres les preguntó: “Can’t we be friends?”
Ya en el invierno de su vida, encontró en Bárbara un amor pausado, sereno, tranquilo; la síntesis de todos su amores (mayores y menores). Fue ella quien vio como La Voz se pagaba mientras le decía “I´m losing”.
Difícil queda saber si bebía tanto como presumía. Lo que sí es cierto es que su imagen se asocia al Jack Daniel´s y a la forma de hacer sonar los hielos en lo vasos vacíos para pedir un trago más. Decían que repudiaba el agua porque oxidaba tanto como el vino por no ser bebida para hombres.
Según los que lo conocieron, gustaba poco de no ser el centro de atención; así, logró ser el jefe de “El Rat Pack” del que hacían parte Peter Lawford, Joey Bishop, y nada más y nada menos que, Dean Martin y Sammy David Jr. Lo hicieron todo. Música, chicas, licor, dinero, cine y, sobre todo, hicieron de Las Vegas el mítico sitio que es hoy.
Unos dirán que el legado de Sinatra lo continuó Michael Bublé o Harry Connick, Jr. Lo dudo. Posiblemente esa noche del 14 de mayo de 1998 mientras se iba de este jodido mundo recordara que, según Paul Anka, todo lo hizo a su manera. De lo que si estoy totalmente seguro es que, musicalmente hablando, no todo lo mejor estaba por venir.
A mi manera
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02.06.2023
Algo que ya muy pocos recordamos es la imagen de esas grandes y viejas rocolas que se abrían como un telón para que el show empezara una vez la aguja cayera sobre el disco de 33 revoluciones y que girando, surco tras surco, reprodujera la música, a dos lados, bajo el crujir tan particular del vinilo.
Mi generación no es la de Tom Jones, Burt Bacharach, Count Basie, Cole Porter o Tony Bennet. No me voy a referir a lo que mis contemporáneos creen que es música ¡No vale la pena!
De otro lado, faltaría a la verdad si digo, por ejemplo, que la primera canción de Sinatra que escuche fue “Laura” o “Brazil”; lo que si tengo muy claro es que la canción que me enganchó fue “The........
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