Yolanda Díaz, ¿se va, se queda… y qué más?

Me parecería estupendo que los dirigentes y máximos responsables de los partidos que se reclaman de izquierda asumieran sus responsabilidades cuando las cosas no van bien, no sólo cuando los resultados electorales quedan lejos de las expectativas de las formaciones que dirigen.

Una necesidad, una práctica muy saludable que, sin duda, contribuiría a oxigenar la vida pública, tan contaminada de arrogancia, tan ausente de autocríticas sinceras y de verdadero alcance. Si los dirigentes políticos actuaran de esa manera, trasladarían a la ciudadanía el mensaje de que no se agarran como lapas a los cargos y de que hay un camino de vuelta, bien sea a su profesión o a sus estudios -que, cabe suponer, todos tenían antes de que se dedicaran a la política-, o también a la militancia anónima, lejos de los flashes y el reconocimiento público. ¡Ay, que poco transitados están esos caminos!

La renuncia de Yolanda Díaz

El primer Podemos, el que impugnaba con audacia y determinación el statu quo, el que abanderó con orgullo el lema “no nos representan”, apuntaba en esta dirección; su irrupción supuso un vendaval que socavó el abecé de la política institucional, para luego convertirse, desgraciadamente, en más de lo mismo. Las cúpulas han pugnado por mantenerse en sus privilegiadas posiciones orgánicas contra viento y marea. Y lo han conseguido, en medio de rifirrafes continuos desplegados en diferentes redes sociales, a los que asistió atónita la militancia y mucha gente que vivió esperanzada este movimiento. ¿Debate político donde se ponían en liza diferentes posiciones?,........

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