Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, ha comparecido recientemente en la Comisión de Trabajo, Economía Social, Inclusión, Seguridad Social y Migraciones del Congreso de los Diputados y ha dedicado su intervención a desgranar las medidas que se propone acometer en la legislatura. Al comienzo de la sesión ha declarado algo que, probablemente, para ella es una obviedad que no admite discusión: «El trabajo no es una mercancía». Una afirmación que, además de sonar bien, parece obvia, incluso progresista, al contraponer mercancía y derechos laborales. Pero la cosa tiene miga y, en mi opinión, dice mucho del planteamiento de Yolanda Díaz y de Sumar.
A diferencia de lo sostenido por la ministra, el trabajo sí es evidentemente una mercancía. Y lo es porque, como todas las mercancías, se compra y se vende en el mercado, aun cuando se reconozca que el mismo tiene importantes singularidades que le diferencian claramente de otros intercambios mercantiles. Los trabajadores ofrecen su fuerza de trabajo a los propietarios de los medios de producción, que la compran a cambio de un salario. Esta es la quintaesencia del capitalismo; diría que, lejos de ser un asunto periférico o irrelevante, constituye una de las claves que explican el funcionamiento y la reproducción del sistema.
Desde esta perspectiva, es correcto utilizar la expresión “mercado de........© La Marea