Ciudad perdida

Todo estaba dicho. Junto con las mentiras y los insultos que se les ocurrieron, circularon por las redes 30 millones de mensajes de odio para frenarla, pero un año de guerra sucia no fue suficiente para detener el avance en las encuestas.

Se vaciaron, nada dejaron para el encuentro de hoy y muerto el morbo se acabó el debate. Sólo una porción –no todos– de la llamada clase política se obligó a presenciar lo que prometía nada más que el insulto reiterado, burdo, gastado.

Y sí, porque los debates se hicieron, cuando menos por nuestros lares, para tratar de equilibrar las contiendas, de menoscabar la fuerza de quien va a la punta y no, como se ha dicho, para contrastar ideas.

Esto es como en el box: el que va perdiendo por tres puntos o más en el último round trata de noquear, ya no tiene nada que perder y arriesga todo con el afán de conectar un golpe, uno solo, ese que va a borrar lo........

© La Jornada