En EEUU, el país que presume de ser el país de la libertad, todo se compra y se vende, hasta las cosas más inútiles e inverosímiles, como las armas de fuego y sus municiones. Por eso, existe un exitoso mercado libre de la muerte. En supermercados, centros comerciales y expendios dedicados en forma exclusiva a comerciar armas se ofrecen de todo tipo, ligeras, de mediano y largo alcance, rifles, pistolas, escopetas, lanzallamas y a todos los precios para que nadie se quede sin su arma de fuego y se aliste para matar en el momento menos pensado.
Estos expendios de armas y balas están sujetos a los horarios establecidos, generalmente en el día y en las primeras horas de la noche. Esto representa un problema para el libre funcionamiento del mercado de la muerte, ya que los consumidores ‒potencialmente asesinos‒ tienen una restricción que les impide atacar en cualquier momento, cuando quieran. Puede suceder que a algunos de esos consumidores-asesinos se le haya ocurrido perpetrar una masacre a las dos o tres de la mañana y se encuentran con el desagradable inconveniente de no contar con munición suficiente para realizar su misión criminal, cuando ya tienen visto el objetivo y han planeado minuciosamente su “intrépida acción”.
Este obstáculo, que cuestiona la transparencia del mercado de la muerte, y no lo deja funcionar armoniosamente como un mercado perfecto, empieza a ser esquivado y se ha dado un paso importante para eliminar las imperfecciones y fricciones con un invento novedoso que consiste en garantizar la oferta de munición las 24 horas del día. Así se pone la muerte al alcance de la mano, en la tienda de la esquina, sin ir muy lejos, ni perder tiempo esperando a que abran los........