El primer genocidio «inteligente» de la historia

"La tecnología digital está teniendo un importante y peligroso papel en el genocidio del pueblo palestino. A medida que avanza la ocupación israelí y se intensifica el asedio a la población palestina, se va también evidenciando el entramado de tecnologías, empresas y negocios que auspician y facilitan la masacre. Más allá de la tecnología bélica de la que siempre ha alardeado el sionismo, en esta ocasión la tecnología de uso civil también tiene un rol determinante.» - Eurídice Cabañes y Judith Membrives i Llorens, "El evangelio según Google: el rol de las tecnologías y las Big Tech en el genocidio palestino", El Salto, 19/01/ 2024 (https://www.elsaltodiario.com/atenea_cyborg/evangelio-segun-google-rol-tecnologias-big-tech-genocidio-palestino)

Este 7 de octubre se cumplió un año del comienzo de la fase actual del genocidio del Estado sionista de Israel en Palestina, que se extiende hacia El Líbano y otros lugares del mundo árabe. Un elemento característico de este genocidio, y en eso no tiene nada de novedoso, es la exaltación de la tecnología como instrumento bélico. Esa apología de la muerte a través de la utilización de lo más sofisticado de la tecnología en cada época ha caracterizado a todos los genocidios occidentales y masacres coloniales después del 12 de octubre de 1492, fecha emblemática en la historia del colonialismo europeo. No solo es que se rinda culto a esas tecnologías mortíferas sino a su utilización práctica sobre el terreno para masacrar a los pueblos que han caído presas de la expansión europea.

Eso mismo sucede en estos momentos con los asesinos de Israel, cuyos propagandistas exaltan el carácter "inteligente" del genocidio en curso y eso sería lo novedoso de la actual masacre. No el uso de la tecnología, sino de un nuevo tipo de tecnología, la más sofisticada de nuestro tiempo, que hace más pavorosa y destructiva la acción genocida. Nos referimos a la mal llamada Inteligencia Artificial, usada en forma sádica y premeditada contra el pueblo palestino, tomado como un campo de experimentación del que se sacarán "enseñanzas" para las próximas guerras. Y por eso, puede hablarse del Primer Genocidio "Inteligente" de la historia, teniendo en cuenta que el apelativo inteligente hace referencia a la denominación que se le ha dado a cierto tipo de tecnologías hoy en boga y que están siendo empleadas a vasta escala por Israel en sus agresiones criminales contra los palestinos en particular y los árabes en forma más genérica, como se pone de presente en El Líbano.

En este ensayo abordamos dos grandes cuestiones: en primer lugar, algunos de los nexos históricos entre ciencia, tecnología y genocidio que caracterizan la expansión colonialista de Europa; y, en segundo lugar, se analiza lo que sucede en estos instantes en la tierra palestina.

TECNOLOGÍA Y GENOCIDIO

Desde la llegada de Cristóbal Colón a tierras americanas los sucesivos imperios europeos [español, portugués, francés, inglés, holandés, italiano, alemán...] o sus hijos putativos predilectos, los Estados Unidos, han conquistado a los pueblos nativos a sangre y fuego. Ese sometimiento ha sido posible por la superioridad tecnológica, expresada principalmente en el tipo de armas utilizadas [mosquetes, fusiles, cañones, bombas...] y otros artefactos complementarios que desempeñan un papel central en la guerra, en el que se resalta el papel de los medios de transporte [barcos, aviones, trenes, camiones...], así como en el tipo de tácticas militares empleadas y por las enfermedades que han inoculado, involuntaria y voluntariamente, a los pueblos conquistados.

Los españoles que llegaron a tierras americanas pudieron someter a pueblos abrumadoramente superiores en número porque venían provistos de unas armas, instrumentos y animales que los nativos jamás habían visto, lo cual los impactó negativamente, y a eso se debe sumar el impacto exterminador de los gérmenes y enfermedades que trajeron los conquistadores al nuevo mundo. A eso debe agregarse que los conquistadores generaron divisiones entre los indígenas, aprovecharon las escisiones que existían entre ellos y fomentaron la traición, que personificó como nadie la Malinche.

En cuanto a las armas, los españoles tenían espadas, yelmos, petos y otras piezas en sus armaduras, y empleaban lanzas y escudos de acero, un metal desconocido para los indígenas. La infantería española en América estaba provista de una armadura que cubría sus rostros y gran parte de su cuerpo. Los españoles portaban dos clases de armas, que lanzaban proyectiles a cierta distancia: las ballestas y las armas de fuego. Las ballestas podían alcanzar objetivos humanos que se encontraban hasta 350 metros de distancia y las armas de fuego utilizadas eran pequeños cañones y los mosquetes, que se cargaban con pólvora.

Cuando los conquistadores accionaban esas armas, su estruendo, el fuego y humo que producían y el impacto en los cuerpos de los indios generaba pánico y terror que era bien aprovechado por los españoles para someterlos. Eso se complementaban con la utilización de caballos en los combates, un animal que no era conocido en estas tierras, y que al principio era concebido por los indígenas como una sola pieza, formada por el animal y su jinete. Y otro animal que incluso fue más terrorífico que el caballo era el perro de presa, que se usaba para perseguir, destrozar y matar brutalmente a los nativos.

El genocidio de los pueblos de América se completó con la llegada súbita de nuevos virus, gérmenes y enfermedades que traían los españoles en los barcos, en sus animales y en sus propios cuerpos. Así se consumó lo que algunos autores denominan la conquista epidemiológica de América, que dejo millones de muertos. Nos referimos al impacto de la gripa común, la viruela, el sarampión, el tifo, la tos ferina, la tuberculosis, la peste bubónica, las paperas... Todas estas enfermedades generaron epidemias que asolaron con la población indígena, arrasamiento demográfico que fue un complemento a la violencia directa, la esclavitud, la explotación laboral, la destrucción de las cosechas locales y de los medios de subsistencia de las comunidades autóctonas[1].

La conquista de América por los españoles creó escuela para la posterior conquista de otros pueblos del resto del continente y de otros continentes. Esa "escuela" combinó la superioridad técnica y material evidente (armas y medios de transporte) con formas de organización militar, con una violencia brutal, animales desconocidos (caballos, perros, cabras, vacas...) y con las enfermedades. Eso generó la desestructuración de las sociedades indígenas, la mortandad, el hambre y el sometimiento de los supervivientes a formas de expoliación implantadas por los colonizadores europeos.

Posteriormente, en todos los lugares en donde se implantó el dominio europeo se replicaron gran parte de las características del "modelo español", aunque por supuesto existieran diferencias en concordancia con circunstancias locales y con el hecho de que otras formas de colonización no implementaron la mezcla racial, pero en esencia los procedimientos del sometimiento colonial han sido similares y se mantienen hasta el día de hoy, aunque hayan cambiado las tecnologías disponibles, tanto en el terreno militar como en los sistemas de transporte. La expansión europea por el mundo produce las masacres coloniales, que son genocidios a pequeña escala, o micro laboratorios de las prácticas genocidas.

Demos un salto cronológico y hablemos de una transformación técnica que fue fundamental en la expansión mundial del imperialismo europeo, nos referimos a la invención del barco a vapor. Este fue usado por primera vez como vehículo de guerra en 1840 en el Líbano y Palestina. Allí se había establecido un bastión del imperio otomano que intentaba construir su propia industria manufacturera de algodón. Esto fue demasiado para el imperio británico que decidió destruir ese proyecto. La marina Real Británica dispuso cuatro barcos para el ataque. El 9 de septiembre de 1840 se empezó a bombardear a Beirut, y la ciudad fue destruida. Las otras ciudades fueron cayendo rápidamente (Latakia, Trípoli, Sidón, Tiro y Haifa). La batalla final se libró en la ciudad portuaria palestina de Acre. Los barcos ingleses la bombardearon sin piedad e hicieron estallar el polvorín, en un ataque previamente planeado. Esta explosión puso fin a la batalla. "Dos regimientos fueron aniquilados y toda criatura viviente en un área de sesenta mil yardas cuadradas dejo de existir; el cómputo de las vidas perdidas variaba de entre mil doscientas hasta dos mil personas", según informaba un mensaje oficial enviado al primer ministro inglés Lord Palmerston y que se ajusta perfectamente a lo que ahora mismo sucede en Palestina y El Líbano[2].

La devastación fue tal que un periódico inglés de 1841 relataba: "Cadáveres de hombres, mujeres y niños, ennegrecidos por la explosión del polvorín, y mutilados, de la forma más horrorosa, por las balas del cañón, yacían por todas partes, medio enterrados entre las ruinas de los hogares y las fortificaciones: había mujeres buscando a sus maridos, niños buscando a sus padres"[3].

La masacre fue despiadada y el resultado absolutamente desigual, ya que en el ataque no murió ni un solo miembro de la tripulación de los cuatro barcos atacantes. Así se acabó la guerra y se enterró el proyecto otomano de construir su propia manufactura de algodón en la región.

Después, en la Primera Guerra del Opio, los ingleses volvieron a hacer lo mismo: bombardear con sus barcos de vapor en forma brutal para aplastar cualquier resistencia de los chinos.

La imagen recrea el barco británico Nemesis destruyendo los juncos de guerra chinos durante la Segunda batalla de Chuenpee, el 7 de enero de 1841.

En la prensa inglesa no dejaban de cantarse alabanzas al nuevo instrumento bélico, de este tenor: "En las aguas de China, al igual que en la costa de Siria, su uso ha producido resultados que asombraron a la humanidad; en el extremo más occidental de Asía y también en su extremo más oriental -en China y en Palestina-, ha puesto fin a guerras que, en circunstancias anteriores, podían haberse prolongado hasta el infinito. No obstante, esos logros, aunque grandiosos e importantes, no tienen comparación con los que serán posibles en el futuro gracias a esa maravillosa energía. El vapor, aún hoy en día, casi personifica la idea de la omnipotencia y la omnipresencia militares; está en todas partes y no hay quien se oponga a él"[4]. Otra revista se regocijaba: "Que la guerra se convierta en un conflicto entre motores de vapor y toda la chusma bárbara del planeta, turcos y tártaros, árabes, indios, africanos y chinos, evidentemente quedarán fuera de combate al instante"[5].

Los mismos voceros del imperialismo inglés eran sinceros al señalar los nexos existentes entre las masacres coloniales y la tecnología más sofisticada de su tiempo. Al respecto, baste señalar un solo ejemplo, el del ingeniero John Turnbull Thompson, quien se desempeñó como agrimensor general de Nueva Zelanda, quien en un discurso pronunciado el 7 de abril de 1874 preguntaba en forma retórica: "¿Qué ha convertido al hombre blanco -o, más notoriamente, al anglosajón- de raza teutónica tan ampliamente progresivo y agresivo, especialmente en los tiempos más recientes?". Y él mismo respondía: "Su humanidad (¡sic!) y su ciencia, en combinación con el vapor. Y, ¿qué crea vapor para él? El carbón. Así pues, ¿qué tiene que ver el carbón con nuestra raza? Por lo que sabemos hasta ahora, todo"[6].

Eso mismo lo enfatizaba al comenzar el siglo XX otro apologista del imperialismo inglés,........

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