[Foto: Poblado cercano a una base militar de EEUU en Corea del Sur, c. 1965.]
En mi informe a la Comisión Histórica del Conflicto Armado y sus Víctimas utilice el concepto "imperialismo sexual" que se empezó a citar en diversos lugares del mundo a la hora de referirse a las agresiones y violencia de índole sexual realizada por los EEUU donde quiera que sus fuerzas armadas se implantan. Esta noción forma parte del acervo crítico del pensamiento antiimperialista. Cuando lo utilizamos dábamos a entender que el imperialismo se manifiesta en los diversos planos de la vida social (económico, político, ideológico, cultural, racial, ecológico...), incluyendo la apropiación, saqueo y mercantilización sexual de los cuerpos, principalmente de las mujeres jóvenes, de los lugares que son sometidos. Esta expoliación sexual empieza en el propio país imperialista (y nos centramos en EEUU, aunque no sea el único caso) donde sus militares-hombres violentan a sus propias compañeras y compañeros de armas. En efecto, en 2021 el Pentágono informó que desde 2006 se reportaban veinte mil casos de agresión sexual a miembros de las fuerzas armadas de EEUU por otros militares. Los agredidos son jóvenes, heterosexuales, mujeres y miembros de minorías sexuales.
Las causas de dicha violencia sexual son múltiples: el machismo, por aquello de que los militares deben demostrar que son hombres y esto, se supone, que se expresa en apropiarse del cuerpo de los otros y otras; el alto consumo de alcohol y alucinógenos en las bases militares; misoginia y desprecio hacia las mujeres (el 80 por ciento de esas fuerzas armadas están formadas por hombres). El abuso es tan normal y cotidiano contra las mujeres que el 55% de las militares de EEUU fueron agredidas y en algunas unidades militares ese porcentaje se eleva al 80%. La violencia sexual es tan cotidiana y omnipresente en las fuerzas armadas de los EEUU como los McDonald's y la Coca-Cola que se ha convertido en una conducta aceptada y normalizada, hasta el punto de que El Pentágono, y no podía haber una fuente más directa y oficial, reconoce que desde 2010 hasta 2021 unos 135 mil miembros del servicio activo de los EEUU han sufrido agresiones sexuales (65.400 mujeres y 69.600 hombres) y unos 509.000 miembros han soportado acoso sexual[1]. Dentro del propio ejército han sido violadas y asesinadas mujeres, como aconteció con Vanessa Guillen de 20 años que corrió tal suerte a manos del militar Aaron David Robinson, quien tenía antecedentes de violencia sexual y tras ser descubierto se suicidó[2].
Las mujeres y las minorías sexuales son las principales víctimas de abusos en las fuerzas armadas.
Las agresiones sexuales tienen una "ventaja jurídica" porque la decisión de llevar a juicio a un militar corre por cuenta de otro militar, un comandante, quien puede efectuar un procesamiento acelerado. Son esos comandantes los que deciden cómo se imputará a una persona y otras decisiones judiciales, que debían ser responsabilidad de jueces y fiscales civiles. Hasta 2013 era tal el poder de los comandantes que podían anular la condena del jurado, pero en ese año el Congreso les quitó esa potestad. Sin embargo, todavía son esos comandantes los que deciden si debe llevarse a juicio a alguien acusado de agresiones sexuales.
En una palabra, predomina la impunidad. Y no solo eso, sino las represalias para quien se atreva a denunciar la violencia sexual. Así, «más del 60% de los hombres y mujeres que denuncian una agresión sexual en el ejército pueden sufrir represalias. Esa represalia suele ser el final de una carrera. A una de cada tres mujeres que denuncian una agresión sexual en el ejército se les obliga a abandonar su carrera en el lapso de un año desde la denuncia»[3].
En conclusión, dentro del propio ejército los altos mandos protegen a los agresores sexuales y ellos mismos lo son, incluyendo a generales. Esta complicidad se convierte en un efecto de demostración positivo para toda la tropa, la que considera que, como parte de su condición de militar al servicio de los EEUU, la violación es un derecho y un deber patriótico. Si eso sucede dentro de los propios EEUU, lo que hacen esos militares en los países sometidos o donde hay bases militares de ese país, es perfectamente explicable a partir de lo que se aprende en el ámbito doméstico. En las 1250 bases militares que EEUU tiene desperdigadas en los cinco continentes, más los países que han sido ocupados durante años por sus tropas y mercenarios, es una norma aceptada, aunque no esté escrita en ningún papel, el derecho a expoliar, poseer, violentar y destruir los cuerpos y vidas de los dominados. Formaría parte de un excepcionalísimo estadounidense de privilegio sexual que justifica la violación por parte de sus militares de las mujeres que se encuentran en las zonas de guerra o en cercanías de las bases militares. En el caso de estas últimas dicho privilegio sexual se sustenta en el principio explicito que sí esos militares están liberando a las mujeres de la opresión, como contrapartida deben devolverles o pagarles el favor dejándose violar.
Para empezar, en esas bases y países invadidos las primeras que deben protegerse son las militares del ejército de ocupación. Esto se evidencia en Irak y Afganistán, en donde era tal el riesgo de que las mujeres-militares fueran violadas que ellas cuando iban al baño debían ir acompañadas o, peor aún, portar cuchillos y otras armas para defenderse. Estas prácticas de violación a las mujeres-soldados por hombres-soldados no es nueva, puesto que ya era recurrente en Vietnam en las décadas de 1960 y 1970, cuando fueron violadas al menos un 30% de las mujeres del ejército invasor[4].
De ahí para abajo, no es difícil imaginar lo que los soldados, y también las soldados-mujeres, les hacen a los habitantes locales, sujetos a merced de los ocupantes, invasores, o miembros de las bases militares implantadas en un territorio determinado. Allí es donde empieza a operar el imperialismo sexual propiamente dicho. Como parte del arrasamiento de aquellos declarados "enemigos", a los que por definición racista se considera inferiores o animales a quienes puede exterminarse, torturar y violar. Ese es un rasgo característico de los militares de los EEUU desde finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando se expande por el mundo entero, dejando a su paso un saldo de horror, muerte y violencia, incluyendo en un primer plano la sexual. Este no es un componente secundario o derivado, forma parte consustancial de la dominación y aplastamiento de los que son sometidos, cuyos cuerpos son también un botín de guerra, al que hay que estrujar y destruir.
Son varias las expresiones del imperialismo sexual, entre las que cabe nombrar prostitución y proxenetismo, violaciones y agresiones sexuales, obligación de convertirse en damas de compañía, torturas, vejaciones y maltratos... Examinemos algunas de esas características, recurriendo a ejemplos históricos concretos y los cuales están perfectamente documentados
Prostitución forzada
Hay una característica típica del espacio social y del paisaje geográfico en donde se instala una base militar de los EEUU, propia por lo demás de las economías extractivas. Por eso, cabría decir que un rasgo central del imperialismo sexual es su carácter extractivista (sí, extractivista de placer, goce, juventud, vida que deja a su paso, como en la actividad minera, arrasamiento, destrucción, dolor, contaminación de los cuerpos de las jóvenes y de las comunidades a las que pertenecen). Ese extractivismo sexual tienen como principal manifestación la prostitución de las niñas y adolescentes del entorno espacial cercano, como se evidencia en centenares de lugares del mundo, en donde EEUU ha extendido sus garras. Mencionemos el ejemplo de Corea del Sur. Allí se creó un brutal comercio sexual, forzado, para beneficio de los soldados estadounidenses.
Luego de concluida la Guerra de Corea (1950-1953), y cuando EEUU ocupó el sur de la península, sus soldados y marines necesitaban carne joven para satisfacer sus incontenibles apetitos sexuales. La solución, por supuesto, fue someter a las coreanas, campesinas, jóvenes y humildes, a quienes bautizaron con el eufemismo "mujeres de consuelo", término usado ya antes por los ocupantes japoneses. El propio gobierno de Corea del Sur las ofreció a los soldados de EEUU durante la guerra y lo siguió haciendo después, hasta la década de 1970. Así las cosas, existían "unidades especiales de mujeres de consuelo" destinadas a los soldados surcoreanos e incluso había "estaciones de consuelo" para las tropas de la ONU, que durante la guerra de Corea estaban dirigidas por estadounidenses. Una investigación periodística sostiene al respecto: "En la posguerra, muchas de estas mujeres trabajaron en las gijichon, o 'ciudades-campamento', construidas alrededor de las bases militares estadounidenses". El objetivo para el gobierno coreano era "'justificar y fomentar' la prostitución en las ciudades-campamento para ayudar a Corea del Sur a mantener su alianza militar con EEUU y ganar dólares estadounidenses".
Se procedía a cazar, literalmente, a las mujeres y obligarlas a prostituirse en terrenos aledaños a las bases militares de los........