"El ruido de las armas, del lenguaje amenazante, de la prepotencia en la escena internacional debe cesar. Basta ya de la ilusión de que los problemas del mundo se pueden resolver con armas nucleares. Las bombas podrán matar a los hambrientos, a los enfermos, a los ignorantes, pero no pueden matar el hambre, las enfermedades, la ignorancia. No pueden tampoco matar la justa rebeldía de los pueblos. Y, en el holocausto, morirán también los ricos, que son los que más tienen que perder en este mundo".
-Fidel Castro, Discurso ante la ONU, 1979.
Los crímenes de Israel contra la humanidad alcanzan tales ribetes que parecen entresacados de una novela distópica. Nuevos hechos desbordan la imaginación, por el cinismo y el descaro de la cúpula dirigente de Israel -que es compartida por la gran mayoría de los habitantes de ese país-, entre los cuales cabe destacar lo sucedido el 27 de septiembre, cuando desde Nueva York y antes de pronunciar una sarta de mentiras en la sede de la ONU, el genocida Benjamin Netanyahu dio la orden de asesinar a Hassan Nasrallah, al líder máximo de Hezbolá.
Este hecho evidencia dos cosas: la impunidad absoluta de Israel como Estado genocida y la inutilidad de la ONU, una entidad que ya pertenece al basurero de la historia, de donde se deriva la muerte del derecho internacional que se implantó después de la Segunda Guerra Mundial.
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La ONU ni siquiera es un artículo decorativo, puesto que es objetivo de los ataques de Israel en numerosos frentes. Es para Israel un enemigo más, y por eso la ataca a diario, y no en términos figurados o metafóricos, sino sobre el terreno con aviones, bombas y tanques. La ONU es el octavo frente de guerra de Israel y se suma a los otros siete, que la cúpula sionista ataca en estos momentos: Gaza, Cisjordania, Líbano, Siria, Yemen, Irán, Irak. Es un frente de guerra muy singular, porque no solo sufre la agresión sionista, sino que la ONU la tolera e incluso la legitima, al permitir que en su interior se mantenga un estado genocida, el cual además se enorgullece de serlo y lo proclama a los cuatro vientos. Y la ONU con su propia complicidad lo admite, sencillamente porque es una instancia dominada, desde su misma fundación, por EEUU y sus vasallos europeos, que no son otra cosa que antiguas potencias coloniales.
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En el octavo frente de guerra del Estado genocida de Israel, igual que hace en los otros, no hay límites ni justicia y se recurre a todas las formas de agresión que, con impunidad, despliegan los sionistas. Se ataca a instituciones como la UNRUWA (Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados en Oriente Próximo), se mata a sus funcionarios y se los calumnia por haber supuestamente participado en los ataques del 7 de octubre; se destruyen escuelas y hospitales administrados por la ONU; se atacan cuarteles de los cascos azules que están en territorio del Líbano; las resoluciones de la ONU contra Israel son para los sionistas papel higiénico usado... Lo que Naciones Unidas es para Israel quedó bien simbolizado con lo que hizo el Embajador de Israel en su sede central en Nueva York, cuando trituró en vivo y en directo la Carta de la ONU, lo cual fue visto como una simple anécdota. Ese hecho no mereció ni siquiera el repudio de la ONU como institución y nadie exigió a Israel que se disculpara y mucho menos se le aplicó algún tipo de sanción.
Para completar, el 28 de octubre........