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El 8 de febrero de 2024 se presentó un hecho que en otro contexto produciría risa y pena ajena: Joe Biden, presidente de EEUU, compareció en una rueda de prensa en la Casa Blanca con la intención de demostrar su "buena memoria". Se presentó allí para responder a las indicaciones de un fiscal federal que cuestionó la salud mental del presidente debido a sus continuos lapsus y olvidos en el interrogatorio a que lo sometieron como parte de la investigación por haber retenido, cuando ya era un ciudadano privado, información clasificada después de haber ejercido la vicepresidencia (2009-2017).
En el informe dirigido al Fiscal General se hace una evaluación de la salud mental de Joe Biden a quien se describe como "un anciano simpático y bien intencionado" y se indica que la memoria del actual inquilino de la Casa Blanca es "difusa", "significativamente limitada", "defectuosa" y "pobre". Entre los hechos que originan este dictamen se encuentra que, al entrevistarlo, Biden ni siquiera podía recordar la fecha en que se había iniciado y terminado su vicepresidencia, y tampoco se acordaba del día en que había muerto uno de sus hijos. Decir que Biden más que incurrir en lapsus verbales es un demente es acercarse a la demencia criminal de un imperialismo moribundo y nos recuerda que esa demencia es responsable de millones de muertos, causados por los EEUU y por sus socios incondicionales, entre los cuales sobresale por su sadismo criminal el Estado de Israel.
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Los lapsus de Biden son frecuentes y han caracterizado su presidencia. Entre algunos de ellos vale recordar: confundió al presidente de Francia, Emmanuel Macron con François Mitterrand, fallecido hace unos años y a la excanciller de Alemania Angela Merkel con Helmut Kohl, también fallecido; dijo que había trabajado con Deng Xiaoping, quien murió en 1997, en el Acuerdo del Clima de Paris, firmado en 2015; que habla con los muertos es algo frecuente, porque Biden confundió a la primera ministra británica Theresa May con Margaret Thatcher, que ocupaba ese puesto hace 40 años; en varias ocasiones, al terminar o hacer unas pausas en sus discursos, se ha volteado a saludar, pero termina abrazando al aire porque no hay nadie a ese lado, ya que al parecer tiene contacto con los hombres y mujeres invisibles; el año anterior sostuvo con seguridad que el presidente ruso Vladimir Putin estaba perdiendo la guerra en Irak (¡!) y que unos 100 estadounidenses habían muerto por Covid-19, cuando fueron millones; entre sus yerros más notables está el de haber confundido a los All Blacks, un equipo de rugby de Nueva Zelanda, con los Black and Tans, que fue una fuerza paramilitar al servicio de los británicos para combatir a los independentistas de Irlanda en la década de 1920....
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Tras la aparición del Informe que cuestiona la salud mental de Joe Biden vino lo cómico, porque se organizó una rueda de prensa con la intención de despejar cualquier duda sobre su memoria a la que él mismo catalogó de ser "muy buena". Y en ese momento un periodista le preguntó algo sobre Gaza y Biden la confundió, en pocas frases, con México y al presidente de este país con el de Egipto.
De esta forma, se confirmó, por el elemental efecto de demostración, que Biden es un individuo decrépito (clara expresión de una gerentocracia imperial en decadencia irreversible), con graves problemas, ha perdido buena parte de su memoria personal y lo caracteriza la incoherencia. Pero esto en realidad es lo de menos, lo importante es que reafirma el ocaso del imperio, por un lado, y, por otro lado, la memoria selectiva que caracteriza a las clases dominantes de EEUU y a su complejo industrial-militar-financiero e informático, los cuales son responsables y están involucrados en los peores crímenes contra la humanidad, como el que lleva a cabo el estado nazi sionista de Israel contra el pueblo palestino.
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En realidad, la memoria de Biden es selectiva y hay cosas de las que se acuerda de maravillas y otras de las que dice tener ni idea. Por ejemplo, a la hora de apoyar, financiar, armar y respaldar al régimen asesino de Israel Biden tiene todo claro, allí no hay ninguna duda ni titubeo. A la hora de vetar las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que exigen poner alto al fuego en Gaza, Biden las veta para que Israel prosiga con su carnicería. Pero cuando le hablan del genocidio perpetrado por Israel padece de disonancia cognitiva pretende ocultar su complicidad directa al proporcionar las armas, aviones y asesoramiento militar con el que Israel aplasta a los palestinos. Eso sí, recuerda que Netanyahu es su amigo personal, al que le escribió en una fotografía una "tierna dedicatoria", en la que le dijo: "'Bibi, te amo, pero no estoy de acuerdo con ninguna de las malditas cosas que tenías que decir».
Está claro que a Biden no le importa que sus manos están untadas de sangre palestina, derramada en forma sádica por su querido amigo el genocida Benjamín Netanyahu, al que Biden solo le recomienda que use bombas menos potentes, digamos no de 2000 mil kilos sino las de 1000, porque con eso se atenuaría la intensidad de la masacre, el genocidio y la limpieza étnica.
A propósito de los "olvidos" de Biden vale traer a cuento las palabras de Mario Benedetti quien señaló que existe "una diferencia sustancial entre el amnésico y el olvidador, y entre éste y el olvidadizo, que es apenas un precandidato a olvidador. El amnésico ha........