"Soy despreciable. Asesiné a la bella y al indefenso; he estrangulado inocentes mientras dormían, me he aferrado a gargantas de personas que no habían hecho daño alguno, ni a mí ni a nadie".
(Mary Shelley, Frankenstein o el moderno Prometeo, Panamericana Editorial, Bogotá, 2022, p. 270)
"[...] en su calidad de criminal, él es egoísta; y en vista de que su intelecto es pequeño y sus acciones se basan en el egoísmo, se limita a un solo propósito. Dicho propósito es despiadado...".
(Bram Stoker, Drácula, Panamericana Editorial, Bogotá, 2023, p. 490)
"Esa maldad aunada a la tuya acabará con el mundo".
(Mary Shelley, Frankenstein o el moderno Prometeo, Panamericana Editorial, Bogotá, 2022, p. 171)
Frankenstein y Drácula, dos personajes legendarios de la literatura gótica del siglo XIX, se han escapado de las páginas de ficción o de las películas de terror para aterrizar en la Palestina ocupada. Esos dos siniestros monstruos descendieron del reino de la imaginación y se encontraron en persona el 18 de octubre en Tel-Aviv, capital del estado sionista de Israel.
Antes, cuando se hablaba de esos engendros -sanguinarios y poseídos por el odio y la sed de venganza y de muerte- se pensaba que era imposible que tuvieran una vida terrenal, ya que se suponía que poblaban el reino fantasioso de la imaginación o eran metáforas de advertencia para llamar a la humanidad a evitar que fuéramos destruidos por fuerzas creadas en forma artificial y que escapaban de nuestro control.
Nada de eso, hemos visto en Tel-Aviv la reunión de Drácula-Netanyahu y Frankenstein-Biden, transmitida en vivo y en directo. Esa proeza, que solo se había podido lograr en el cine hollywoodense hace muchas décadas, se ha hecho realidad en nuestros días. Frente al encuentro sanguinario de Tel-Aviv, los monstruos de la literatura y el cine parecen unas mansas palomas, porque en la ciudad sionista se ha decidido, en forma cobarde y premeditada, asesinar a miles de personas y destruir todo lo que exista en la Palestina ocupada. Y eso es lo que se está haciendo ante nuestros ojos, por si hubiera alguna duda.
Caricaturas alusivas a Biden publicadas en EEUU
Son dos monstruos sedientos de sangre, que se retroalimentan mutuamente. uno, el monstruo mayor, viene de EEUU, con su guerra infinita, con infinito dolor y sufrimiento y necesita renovar su decaído imperio capitalista con sangre fresca, como la que ponen los ucranianos en Europa y los palestinos en oriente medio. Su sed de sangre no tiene límites porque cuando Biden salía hacia Israel le dijeron que el estado sionista había masacrado a más de quinientas personas en un hospital en Gaza y eso no detuvo su viaje de apoyo al otro monstruo, a Netanyahu. Antes, por el contrario, cuando llegó pudo decir, como si se tratara de un partido de futbol americano, que el responsable del ataque al hospital había sido del "otro bando", creyendo a pie juntillas todas las mentiras de Israel. Y esta sed de sangre, necesaria para seguir existiendo, se reafirmó con el envío de "ayuda económica y militar" a Israel para que siga masacrando a los palestinos. De inmediato llegaron al próximo oriente dos portaviones, miles de soldados de EEUU y armas sofisticadas para aplastar a los palestinos desde el aire y desde tierra.
Poster que se vende en EEUU de Joe Biden
Por su parte, el Estado colonialista de Israel, a través de su portavoz de hoy, el carnicero Benjamín Netanyahu, es Drácula personificado. Requiere de sangre palestina, sobre todo de niños y jóvenes, para seguir existiendo. De ahí su patología asesina, su sed incontenible de venganza, su apetito feroz de destrucción de las zonas ocupadas. La literatura gótica queda corta frente al desbordamiento de la realidad criminal y genocida que practica hoy EEUU e Israel.
Caricatura de Tim Burton sobre Netanyahu
La literatura gótica tiene un papel en desentrañar las miserias del capitalismo y del imperialismo realmente existentes, al resaltar que "el odio patológico forma parte de la propia monstruosidad, que luego es proyectada sobre el otro, a quien se considera abyecto"[1]. Este odio patológico se evidencia ante nuestros ojos en el mundo entero, con el crecimiento y expansión del neofascismo y las extremas derechas, con su racismo y clasismo que los caracterizan, como claras expresiones del capitalismo contemporáneo. Pero no existe en este momento otro lugar en el mundo donde el odio y desprecio por la condición humana alcancen los niveles a que se ha llegado en Israel, lugar donde se reviven en tiempo presente los horrores del nazismo. Allí la alta cúpula del Estado nazi-sionista (encabezada por Netanyahu) y la mayor parte de los habitantes de ese país muestran su odio visceral y su sed de sangre hacia los palestinos, a los que consideran animales o subhumanos que deben eliminarse de la faz de la tierra. Y eso es lo que están haciendo, con el cinismo y la frialdad de Drácula, algo que no sería posible sin el apoyo directo de EEUU [Frankenstein] y los vampiros menores de Europa.
Caricatura de Mohammand kargar, 2014.
Muchas frases y pensamientos de las dos novelas consideradas, Frankenstein de Mary Shelley [1818] y Drácula de Bram Stoker [1897], en las que se resaltan la sed de sangre de los monstruos, cobran una notable actualidad. En Frankenstein se alude continuamente a la manera cómo se impone la muerte sobre la vida: "contemplé la manera en que la corrupción de la muerte triunfaba por sobre el florecimiento de la vida"[2]. [F. p. 51]. Pero eso no era una invocación genérica, sino que señalaba con nombre propio la manera en que un científico "Le había dado al mundo una criatura despreciable y depravada, que encontraba placer asesinando y trayendo miseria". [F. p. 83]. "El asesino logró escapar, camina libre por el mundo y quizá hasta es respetado". [F. p. 105]. Claro, con el mismo nivel de respetabilidad que tienen Biden y Netanyahu entre la "comunidad internacional de delincuentes", quienes se autoproclaman seres civilizados, mientras que los otros, nosotros, somos los bárbaros; ellos son la luz y nosotros la oscuridad.
Caricatura de Thim Burton, s.f.
Y esos criminales, como personificación del capitalismo putrefacto, han declarado "una guerra sin fin a la especie humana" [F., p. 162], puesto que ese capitalismo es "[un] demonio que solo pueda solazarse en la muerte y la destrucción" [F. p. 202]. Existe incluso una alusión directa al desmembramiento de niños, algo que no pasa desapercibido en el actual genocidio de los palestinos, con las horrorosas imágenes de niños destrozados por las bombas o triturados por los escombros de los edificios derribados por los sionistas, con armas de EEUU. En efecto, un niño afirma "Suéltame. ¡Monstruo! ¡Horrible criatura!........