Fascismo digital y violencia organizada en Venezuela. Del 28J al 10E

En la sociedad del algoritmo, hablar en abstracto de guerra cognitiva o fascismo cibernético deja un pozo de incredulidad en quien lo lee o escucha. Resuena en las conciencias digitales como una especie de verborrea contrahegemónica que mil veces repetida no se percibe como verdad sino todo lo contrario. Recorrer la Venezuela profunda nos ofrece una visión más ajustada de la cartografía social de la violencia. Un atisbo cuasi palpable de las dimensiones del fenómeno de incubación digital del odio y el miedo. Es desde ahí, caminando esas entrañas populares, cuando logramos atisbar algo de la realidad real, la verdadera anchura de la guerra desplegada contra el neocórtex de este pueblo.

En varias reuniones y conversaciones con compañeros de confianza de diferentes territorios del país, nacen los relatos de a pie, la narrativa cotidiana del miedo. Primero nace la necesidad, en esas reuniones colectivas, de la catarsis, de poder contar en espacios de confianza la gravedad de lo vivido, la proporción de la violencia, literal y simbólica, desplegada sobre cuerpos y conciencias. Así comprobamos que prácticamente todas las familias de Venezuela han sido tocadas por esta incubadora del odio.

¿Odio a qué y a quién? No es un odio impreciso. Hablamos un odio focalizado, de objetivos concretos y bien definidos. Odio al gobierno, al chavismo, al bolivarianismo. Odio a lo común, lo comunitario y lo comunero. Odio no teledirigido. Odio virtualmente dirigido que hace mella en el estado emocional de los consumidores de contenidos sin filtro, en especial en la juventud, y se expresa de forma espontánea en sus actitudes y respuestas.

El odio penetra así en el cuerpo social extendiéndose como una mancha de aceite a primera vista imperceptible. “Afectó a nuestras familias, amistades, a nuestras comunidades”, afirma un compañero. Ese odio inducido cuenta con otra dimensión nada espontánea que complementa el clima emocional establecido para accionar la válvula de la violencia.

Un ejército de “comanditos” guarimberos con instrucciones claras y objetivos precisos se encarga de desparramar materialmente el odio y el terror por las calles venezolanas. Y ahí llega la amenaza explícita y la persecución literal a dirigentes políticos, líderes de organizaciones sociales y comunitarias, jefes de UBCH, así como a sus familias y entorno. Un ejército formado mayoritariamente por muchachos jóvenes e incluso adolescentes -no es casual- que llegan hasta sedes de gobierno y de partido, instituciones públicas, escuelas, centros médicos, radios comunitarias, gimnasios deportivos y hasta las puertas de las casas.

Gaudi es una mujer campesina de las históricas cooperativas del campo de Monte Carmelo, en Sanare, Estado Lara. Emblema en la lucha por la naturaleza y la conservación de la semilla originaria en Venezuela, participó, como muchos otros campesinos, en la redacción de la Ley de Semillas. A sus 73 años, en junio sufrió un ictus del que se sigue........

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