Pocos presidentes de América latina se abstuvieron de condenar el tanquetazo de Juan José Zúñiga. Javier Milei fue uno de ellos. La derecha argentina tiene un trauma con el golpismo. Ha avalado todas las asonadas locales a lo largo de la historia y se ha cuidado siempre de criticar explícitamente sus experiencias foráneas. El sangriento golpe de Estado de 2019, comandado por Jeanine Áñez, cuya presidencia interina se extendió hasta las elecciones de 2020, en las que salió triunfante Luis Arce, fue apoyado por la OEA, el Departamento de Estado de EEUU y Mauricio Macri (y muchos supuestos izquierdistas y feministas). Varios funcionarios argentinos de esa etapa -entre ellos la entonces ministra de Seguridad Patricia Bullrich- aparecen denunciados por contrabando de armas, tanto en Comodoro Py como en los tribunales de La Paz.
Los sucesos del último 26 de junio en Bolivia pueden haber sido el resultado de una asonada militar. También pueden haber sido una tosca componenda limítrofe con el autogolpe. En ambos casos, sin embargo, aparecen tres factores relevantes, capaces de engendrar nuevas y futuras aventuras (trágicas) ataviadas con charreteras.
El primer factor remite a la vinculación sinérgica entre los militares latinoamericanos -salvo el caso de los cubanos y los venezolanos- y los poderes concentrados. En gran parte, los uniformados de este subcontinente siguen considerando a Occidente (EEUU y Europa occidental) como baluarte último de su identidad cultural constitutiva.
El segundo factor se relaciona con la........