En la historia de los “adefesios” la parte “más fea” no está en la fisonomía (que tiene su historia cultural) sino en las aberraciones, o monstruosidades, que pasan por sus cabezas y expelen sus lenguas. Trump encaja en esta zona incómoda de los sentidos comunes siendo un desorganizador de gustos y disgustos, un 'outsider' del paradigma de lo “respetable” y un amigo del ridículo que perdió (o desconoció siempre) alguna noción de vergüenza originada necesariamente por sus, no pocos, disparates. ¿Cómo llegó este pelele a las cumbres borrascosas del poder y cómo cultivó las preferencias electorales? Vale la pregunta para muchos similares y conexos.
Sea como fuere ese amasijo de aberraciones que Trump encarna, de manera obscena y macabra, pasó a ser representación de un campo semántico complejo en el que se borra toda consideración por los protocolos básicos de convivencia para desplegar sistemas de violencia a cualquier principio de coherencia y con gradaciones ofensivas muy espeluznantes donde se mezcla lo objetivo y lo subjetivo. Abrió las puertas de un museo del horror ideológico que atesora las piezas más caras de la estulticia y la degradación humana. Y eso no es por ser republicano, aunque influya mucho. La peor moraleja es que naturalizan cualquier barbarie, con toda impunidad e impudicia.
Es muy fácil caer en la tentación de inventar imprecaciones a personajes tan........