En las elecciones presidenciales celebradas el pasado 28 de julio en Venezuela, el actual presidente de la República, Nicolás Maduro, logró la victoria con el 51,2% de los votos, frente al derechista Edmundo González, que consiguió el 44,2%; sin embargo, EEUU reconoció como vencedor al dirigente opositor.
Maduro informó que el 5 de agosto el Consejo Nacional Electoral (CNE), requerido por el Tribunal Superior de Justicia (TSJ), entregó “todos los recaudos del proceso electoral” (teleSUR, 6 agosto).
El periódico La Jornada de México publicó –el 30 de julio- un editorial titulado Golpe en marcha, con la siguiente reflexión: “Debe recordarse que el candidato de paja Edmundo González y la verdadera líder de la derecha venezolana, María Corina Machado, no son sino los más recientes elegidos por la Casa Blanca y la CIA para apoderarse del Palacio de Miraflores y, con él, de las mayores reservas petroleras del planeta”.
La Jornada añadía que la intentona sigue un esquema muy similar al que ya experimentó Venezuela (y del que también fueron víctimas otros países latinoamericanos) en los años 2002, 2014, 2017 y 2019; por ejemplo, los grandes medios informativos elevan las acusaciones de fraude electoral a la condición de hechos probados; o se presenta como demócratas a los “grupos de choque” de la extrema derecha.
Adoptó una perspectiva distinta el diario El País, en un editorial del 4 de agosto (Maduro se atrinchera); “la maniobra de dilación en la publicación de las actas, que a todas luces parece dirigida a ganar tiempo, se produce en medio de un clamor por la transparencia”; los editorialistas del grupo Prisa........