La pericia del creador del Ejército Rojo para cultivar el género autobiográfico cuenta con una magna muestra: Mi vida, la vasta mirada sobre su trayectoria vital que publicó ya expatriado de la Unión Soviética y cuya primera edición se efectuó en 1930.
Allí se encuentra el relato integral de su existencia, si bien con poco hincapié en los aspectos familiares e íntimos. Es en lo fundamental una indagación en torno a la vida política y el pensamiento del dirigente ruso. Eso sí, escrita con mano maestra. El revolucionario era un escritor consumado, además de un experto en el análisis literario, como lo demostrara su Literatura y Revolución.
Existen otras obras de contenido autobiográfico, mucho más breves que Mi vida y, hasta en cierto sentido, “menores”. Nos hemos ocupado hace poco de La fuga de Siberia en un trineo de renos, como puede consultarse aquí. En esa obrita se encuentran deliciosas observaciones acerca de la periferia del entonces imperio ruso, que ya permiten avizorar una pluma brillante.
En este tipo de escrituras se revela Trotsky como un autor observador y penetrante, por más que se encuentre fuera del campo del debate político, la reflexión teórica o la reconstrucción historiográfica, sus principales objetos de atención.
En 1916, en plena guerra y en la España neutral.
En esa misma línea va Mis peripecias en España, una narración de menos de cien páginas que refleja su forzado paso por el país ibérico, entre los últimos meses de 1916 y los albores del año de la revolución de octubre
Trosky atraviesa los Pirineos. El motivo de su llegada a España es el de las expulsiones sucesivas, primero de Alemania por “francófilo” y después de Francia por “germanófilo”. Ambas expresiones son erróneas simplificaciones al respecto de las posiciones sostenidas frente a la guerra mundial en curso de quien formaba parte destacada de la llamada “conferencia de Zimmerwald”.
Por su parte argumentó: “Claro está que no soy ni una cosa ni otra; soy un socialista que ve en la guerra una consecuencia fatal y lógica del sistema capitalista”.
España era neutral en el conflicto y albergaba tanto a simpatizantes de la Entente como de los “imperios centrales”. Esa situación no fue suficiente para que se lo dejara en paz.
Su primer destino fue Irún, en la frontera del país vasco, y de allí se trasladó sin mayores demoras a Madrid. No tardó en producirse una nueva detención, esta vez a manos de la........