Ya es hora de abandonar la espera de que Javier Milei se comporte como un político más o menos tradicional. Cuando el actual presidente de Argentina era sólo el mandatario electo, abundaron las especulaciones periodísticas acerca de que el candidato triunfante abandonaría más bien rápido el discurso y las actitudes propias de la campaña electoral, una instancia en la que menospreciar o incluso enlodar a los adversarios es un recurso más que habitual. El socorrido "Teorema de Baglini" salió a relucir.
Según esas suposiciones sus actitudes incendiarias cederían el lugar a un tono más reposado y sus propuestas extremas se moderarían al calor de las restricciones propias de la gestión. Su talante ofensivo hacia contrincantes e incluso dirigido a aliados o ex-aliados cedería lugar a la búsqueda del diálogo y los consensos.
Esto último era presentado como una verdad indudable, dado que La Libertad Avanza (LLA) sólo contaría con un reducido bloque en ambas cámaras del Congreso Nacional y tendría nula incidencia en provincias y municipios. Necesitaría amplios acuerdos.
El anarcocapitalista o "ultraliberal" de rasgos dogmáticos y hasta mesiánicos, cedería lugar a un "neoliberal" más o menos normal, más allá de algunos excesos propios de un temperamento indómito y un compromiso ideológico muy acentuado.
Por cierto estas conjeturas se desarrollaban sobre todo en ámbitos políticos, periodísticos y académicos cercanos al pensamiento y la acción liberal-conservadores. Quienes están más inclinados al "progresismo" y más aún si a la izquierda, no dejaban de alertar en torno a la ideología reaccionaria del personaje, sus promesas de privatización total, el aparente disparate de someter al país a la moneda norteamericana.
Asimismo se advertía, con insistencia y a viva voz, en que no había por qué descreer del propósito anunciado de imponer un ajuste económico y de la administración pública de rasgos brutales, mucho más allá del que propiciaba el propio Fondo Monetario Internacional (FMI). Amén de la aplicación de un programa generalizado de privatizaciones de las empresas pertenecientes al Estado nacional.
Acerca del luego presidente electo cundió además la advertencia de que las excentricidades no eran pura extravagancia, sino que apenas encubrían un propósito de empoderamiento absoluto del gran capital internacional y local, que entre sus destructivas derivaciones tendría la de una ofensiva en toda regla y signada por la velocidad, sobre derechos, conquistas, ingresos y condiciones de trabajo de los asalariados y de los sectores más empobrecidos. "Gatito mimoso del gran capital", lo llamó la también postulante presidencial Myriam Bregman, en frase muy recordada no sólo por la picardía de su construcción sino por la certeza conceptual que contenía.
Ya en el plano sociocultural la perspectiva reaccionaria de los "libertarios" en materia de género, defensa del ambiente, pueblos indígenas, migrantes, diversidades, completaban el cuadro de un menú indigerible para cualquiera que esté alineado no ya con el progresismo sino con alguna versión de la "modernidad".
El señor presidente.
Aun así, una vez consumada la asunción presidencial, las predicciones que llamaban a la calma se vieron contrarrestadas, aún para el gusto de los más conservadores. Ya en los primeros días de gobierno se tornó difícil hacer compatible la defensa de la gestión con el discurso "republicano" que ha sido el leit motiv de la derecha argentina durante muchos años.
Ubicado en el sillón presidencial, Milei apareció empeñado en ridiculizar, insultar y ejercer la coerción hasta el límite de la rendición sin condiciones a cualquier instancia, institucionalizada o no. Bastaba para desencadenar su furia el menor........