"Mi desprecio por el Estado es infinito" ha declarado el presidente Javier Milei en entrevista con el afamado periódico neoliberal The Economist. Es una más de las variadas expresiones en las que ha manifestado profunda antipatía por el aparato estatal y todo lo que representa. Así vuelca en palabras sencillas esa doctrina a la que suele (mal)llamarse "anarcocapitalista" y que el actual presidente dice profesar.
Antes de entrar en la discusión acerca de si es viable una sociedad sin Estado o de señalar las funciones púbicas irrenunciables que quedarían anuladas por una reducción al mínimo, cabe al menos un interrogante:
¿El presidente y sus seguidores "libertarios", quieren de verdad suprimir al Estado o al menos reducirlo de un modo uniforme hasta que quede limitado a funciones mínimas y a un muy bajo costo?
Si se analiza la verdadera política de la gestión presente hacia el aparato estatal la respuesta tiende a ser negativa. Lo que se reafirma si se dirige la vista a que son demasiados los casos en que los gastos y las estructuras no disminuyen sino aumentan.
Es hoy claro que no hay desaparición sino por el contrario fortalecimiento de amplias áreas del Estado nacional. Resulta también evidente que donde sí avanza la reducción o el desmantelamiento no existe nada parecido a una "extinción" más o menos "espontánea".
Genera la ofensiva del "achicamiento" una férrea acción gubernamental para suprimir o minimizar a aquellas áreas que el gobierno "libertariano" considera no compatibles con sus objetivos. O que responden a finalidades execradas por el gobierno como la "justicia social", la protección ambiental y los DDHH. También van al frente contra lo que consideran que debe ser privatizado de modo directo o indirecto.
Cabe repasar cuáles son las áreas que ha decidido fortalecer, a contramano del componente "anarco" y en consonancia con la agenda ultraconservadora que el gobierno navega a diario.
A la hora de la represión. No menos sino más Estado
Una amplia gama de organismos estatales está hoy dotada de más recursos presupuestarios que en el pasado cercano. Al mismo tiempo se pretende rescatarla del merecido desprestigio y darle una visibilidad social de signo positivo.
Lo anterior es cierto en particular para todo lo relacionado con el brazo armado del Estado. En primer lugar las fuerzas armadas. Se sale a su resguardo desde el pozo de descrédito causado por su protagonismo en la comisión de las acciones genocidas de la última dictadura.
Lo que entronca a la perfección con la política del gobierno frente a la represión dictatorial, la que no alcanza con definir como "negacionismo" ya que se desliza hacia la reivindicación expresa de los crímenes cometidos.
La acción de reposicionamiento de las instituciones militares tiene manifestaciones tangibles en términos de recursos. En medio del "no hay plata" que el gobierno predica se han importado costosos aviones y se negocian otras compras de armas. Adquisiciones en las que se asigna preferencia a las potencias que la actual gestión define como aliados estratégicos, Estados Unidos e Israel. Más gasto público, el dogma del equilibrio fiscal no pasa por acá.
También hubo incrementos salariales y reordenamientos escalafonarios. La reputación no se come.
Algo si cabe más acentuado se produce con las fuerzas de........