Sin desechar esos factores, parece indudable que lo que preside y da coherencia a esas acciones es una lógica de clase. Y una ideología que pretende representar a la vertiente más concentrada y globalizada del empresariado capitalista. Lo que se complementa, por fuera del ámbito económico, con una agenda de retroceso en materia de género, DDHH, pensamiento científico y defensa de sectores postergados de cualquier origen y carácter.
Javier Milei y sus colegas de gobierno no son un mero esperpento, sino que tienen una orientación común. Y una línea de avance que puede tener profundas carencias tácticas, sin por eso perder una mirada estratégica, si se quiere tosca, pero de sentido unívoco: Todo para el capital. Con un Estado que se reduzca a su mínima expresión como forma de suprimir regulaciones y generar renovadas “oportunidades de negocios” para las grandes empresas de cualquier rubro y origen.
El “odio al Estado”
Muchas acciones u omisiones que pueden lucir a primera vista como un desatino, tal vez sean un curso de acción intencionado. Una dimensión a la que esto se aplica es respecto a los despidos de empleados en el sector público. O “eliminación” de personal como prefirió decir en una de sus conferencias de prensa el vocero presidencial Manuel Adorni
Despedir, mientras se pontifica contra los “ñoquis”, a profesionales con décadas de actuación, con tareas no sólo necesarias sino imprescindibles y una trayectoria impecable puede ser una herramienta eficaz a la hora de generar miedo. Trasmitir algo así como “tiemblen, nadie está a salvo, a cualquiera le........