El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, hizo pública una carta en la que aseguraba que necesitaba unos días de reflexión para decidir si continuaba en el cargo. Fue el miércoles pasado, el mismo día en que se había admitido a trámite una querella contra su esposa, Begoña Gómez, interpuesta por el sindicato ultraderechista Manos Limpias.
En la misiva, el presidente español decía ser un hombre enamorado y no saber si le merecía o no la pena seguir en su labor política, en medio de la situación.
Desde el inicio, a muchos nos llamó la atención el hecho de que esa querella, interpuesta además por ese viejo conocido de la extrema derecha, pudiese ser motivo de semejante reacción por parte del presidente del Gobierno.
Desde los medios reaccionarios, esta carta suponía un reconocimiento de los hechos posiblemente delictivos presentados. Desde otros medios, más afines al Gobierno, se señalaban otras cuestiones: se empezó a hablar de salud mental o de ser empáticos con el presidente, que estaba expuesto a mucha presión. En su partido activaron rápidamente la solidaridad con su líder, y se promovieron marchas de apoyo a Pedro Sánchez, en torno a la sede del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), en Madrid.
El actual Gobierno de España, señalado habitualmente por haber desarrollado múltiples alianzas que siempre parecen estar en crisis, aparecía más unido que nunca y el lema de su reivindicación quedó claro: Pedro Sánchez es la democracia; no apoyarle es ir contra la democracia. Un todo o nada, sin matices, que es difícilmente asumible si conocemos la historia reciente de España, del Partido Socialista Obrero Español, e incluso la trayectoria política del propio Sánchez.
Algunos, muy aventurados, hablaron de 'lawfare' (judicialización de la política)........