Con la excepción de los que van a sacar tajada de la presente circunstancia, nadie o casi nadie niega que hoy, en España, estamos asistiendo a un golpe de Estado. «Golpe»: no se puede llamar de otro modo a este proceso de transformación del modelo político al margen de la voluntad popular (pues nadie votó esto, aunque votara a sus protagonistas) y a través de un doble movimiento de consecuencias letales para el sistema. Ese doble movimiento consiste, uno, en la ocupación de los resortes del Estado por el partido en el gobierno, y dos, en la entrega del protagonismo político a los partidos que se han manifestado explícitamente como enemigos de la continuidad de la nación. Dos movimientos, un golpe.
El doble movimiento no requiere grandes explicaciones. La ocupación simultánea por el PSOE del Tribunal Constitucional, el Tribunal de Cuentas, el Instituto Nacional de Estadística, el Centro de Investigaciones Sociológicas, la radiotelevisión pública, etc., es un hecho objetivo, así como la neutralización del Parlamento o la toma al asalto de empresas estratégicas. También es un hecho objetivo que las grandes decisiones gubernamentales —y la política........© La Gaceta