Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, la Internacional Socialista tuvo que hacer frente a un dilema sin solución: la Internacional, por definición, predicaba la unidad de la clase obrera por encima de las naciones, pero los obreros, ante la inminencia de la guerra, se sentían más unidos por el vínculo nacional que por los lazos de clase. Finalmente, la mayoría de los partidos socialistas apostó por lo nacional frente a la solidaridad de clase. La Internacional se rompió. Moraleja: pocas cosas hay más fuertes (o, al menos, las había) que la conciencia nacional. Hay que suponer que el poder también sacó las oportunas enseñanzas: en caso de extrema necesidad, el recurso a lo nacional suele ser un valor seguro. Así lo hizo el propio Stalin en 1941, cuando no le quedó más remedio que recurrir al patriotismo ruso para salvar la «patria del proletariado».
Ahora estamos viviendo un singular conflicto agrario en Europa y llama la atención cómo el poder ha echado mano del recurso nacional para desviar las protestas, alejarlas de su verdadera naturaleza y reorientarlas........