En la ciencia política es un clásico la distinción de Max Weber entre ética de la convicción y ética de la responsabilidad. Por decirlo en dos palabras, la ética de la convicción es cuando uno decide actuar según sus principios sean cuales fueren las consecuencias, y la ética de la responsabilidad es cuando uno considera mejor actuar en un determinado sentido a pesar de que vaya contra sus convicciones. Weber decía que cualquier actitud política oscila siempre entre esas dos fuerzas y se abstenía de considerar a una mejor que a la otra, porque la vida es compleja, con frecuencia hay muchos más grises que blancos y negros y, en fin, nadie ha nacido sabio. Es evidente que quien actúa según sus convicciones sin importarle las consecuencias puede ser un irresponsable. También es notorio que, muchas veces, el recurso a «lo responsable» es una forma de ocultar la cobardía o el mero interés personal. En España es habitual que los que invocan la ética de la responsabilidad lo hagan en nombre del Estado (el «sentido del Estao«, según la característica pronunciación de nuestra clase política).
La polémica sobre los denominados «menas», que ha motivado la ruptura de los pactos de Gobierno entre PP y VOX, es un buen ejemplo de lo delicada que puede llegar a ser la distinción weberiana. VOX ha esgrimido la ética de la convicción: le consta que el reparto de........