Cuenta Louis Rougier en Del Paraíso a la Utopía que en el Paris prerrevolucionario, en las vísperas del hundimiento del viejo orden, había un cardenal llamado Dubois que frecuentaba los salones galantes y entre grandes carcajadas exclamaba «¡No hay cardenal más ateo que yo!», ocurrencia celebrada con risotadas cómplices por la multitud de condesitos y marquesitas y acaudalados burgueses que a los tales salones concurría. La revolución francesa fue posible porque en las décadas previas se había desencadenado una formidable ofensiva cultural que había conquistado mentes y corazones. No era sólo lo que nuestros manuales ventilan píamente con la etiqueta «ideas ilustradas». Era, de forma aún mucho más aguda, la atmósfera creada por las llamadas «sociedades de pensamiento» —Augustin Cochin lo documentó muy bien—, muy especialmente desde las logias masónicas, y a........