Sánchez estaba blanco y agitado, como un Martini seco, que diría Wodehouse. Blanco nuclear. Blanco de avisar al médico. Blanco como Pepiño el día que leyó en la prensa que repostaba en Guitiriz. Blanco como autónomo al ver que llega el día 20. Blanco mutando a la transparencia. Blanco subiendo al patíbulo. Blanco enjalbegado. Blanco, blanquísimo, blanquérrimo. Blanco pluscuamperfecto.
Y fíjate lo que es la vida. Que está blanco porque sabe que su futuro es negro. Pero negro Vantablack. Negro definitivamente apagado. Negro boca de lobo, túnel en curva, apagón venezolano. Negro trompetista. Negro que antecede a la nada más absoluta. Negro depresión, carbón de nuevo carbonizado, accidente en la mina. Negro que te quiero negro. Negro de WhatsApp.
No hay en él un atisbo de buena salud. Un gesto de vida. Una gota de cordura en la mirada. No queda nada del tipo que se las daba de humilde, que un día apareció en las redes diciendo «el lunes cojo mi coche para recorrer de nuevo todos los rincones de España y escuchar», que lo acababan de echar a patadas de la secretaria general del PSOE, lo único inteligente que hizo ese partido en los últimos 20 años. ¿Y qué habrá sido del coche? Aquel Peugeuot negro, qué casualidad. Lo vendió en 2018, dicen, y se le perdió la pista hace unos meses. Qué pena. Es historia de........