Dice «don Arturo» (Pérez Reverte) que la transformación geopolítica de Europa viene hoy en patera. Hace no más de cinco años, poner negro sobre blanco esto, en la página de un diario de tirada nacional, era impensable. Sostener algo así era propio de teóricos de la conspiración, de derechistas identitarios o seguidores de la «teoría del gran reemplazo» de Renaud Camus. Con respecto de las invasiones bárbaras, en tiempo récord, hemos pasado del gorrito de papel de aluminio al «irreversible factor de civilización» que suponen las oleadas de inmigrantes; o bien, a que la inmigración «ni se debe parar ni es posible hacerlo». Previamente ya nos habían engrasado las ruedas de molino con el lubricante del enfoque «maduro y adulto» del asunto. Ello implicaba, por ejemplo, que los Glutamato Ye-Yé (¡los negritos tienen hambre!) de la prensa moderada nos contaran lo simpáticos que son los taxistas de origen marroquí que frecuentan la madrileña calle de José Abascal o la exquisita educación de los menas que invita el PP al Congreso. El problema es el «odio», resaltan. ¡Cómo si no conociéramos el uso torticero del término que lleva........