Fue hace muchos años, pero lo recuerdo como si fuera ayer, porque fue el día en que entendí que aquí no sabíamos de qué iba la vaina. Felipe González, acosado por las acusaciones de corrupción (sus allegados se llevaban hasta los ceniceros), pronunció una frase que cito de memoria, prácticamente seguro de que no es literal: «No tolero que se dude de mi honorabilidad».
Lo que entonces estábamos ensayando, probando con la mezcla de ilusión y falta de familiaridad con que estrenamos zapatos, era la democracia liberal (sensu lato) que regía en los países de nuestro entorno. Y si entonces no entendimos, desde entonces la cosa ha ido a peor.
Jefferson decía que el precio de la libertad es la eterna vigilancia, y lo clavó. No consiste en confiar en los gobernantes, sino en todo lo contrario, en la desconfianza activa, permanente. Es partir de que el poder siempre va a intentar extralimitarse, está en su misma esencia, y la misión del gobernado es impedirlo, y para eso........