Quizá sea cosa mía, pero tengo la sensación de que las élites norteamericanas y el Estado profundo se han reconciliado con la idea de una victoria de Trump.
El golpe palaciego en el que se quitaron de encima a Biden, que, aunque senil, había ganado las primarias demócratas y repetido hasta dos días antes su empeño en enfrentarse a Trump, y presentaron como candidata a ese chatbot conocido como Kamala Harris, ya fue un acto de desesperación a dos dedos de la renuncia.
Harris es una designación de cuota. Biden ni siquiera disimuló en su día al elegirla como compañera de fórmula: se había propuesto, dijo públicamente, seleccionar a una candidata que fuera mujer y de color. Y Kamala es mujer y de color. Y ahí terminan todos sus méritos.
Harris es fake news. Nada en ella es auténtico, ni sus propuestas ni su biografía ni sus méritos políticos. Tiene todo el carisma de un trapo mojado, cae mal a todo el mundo dentro del partido y cada vez que le abre la boca en una entrevista sube el pan.
No es que importe demasiado,........