El oro que no fue (parte 2)

Todo ocurrió muy rápido. Demasiado rápido para pensar. Yo, fondista amateur y nada velocista, había terminado corriendo —por una decisión que nunca entendí del todo— una prueba de relevo 4×400 metros para la que no estaba hecho.

El testigo salió de mis manos y pasó a las de Karen mientras yo cruzaba la zona de relevo con los pulmones ardiendo y el corazón golpeándome el pecho. Me dejé caer de rodillas sobre el pasto sintético al lado de la pista.

Ahí me quedé. Exhausto. Tratando de volver a respirar. Desde el suelo vi cómo Karen remataba la carrera con una solvencia que parecía irreal. Cruzó la meta en primer lugar. Y entonces ocurrió lo impensable: ¡habíamos ganado la medalla de oro!

Lloré. Lloramos. Gritamos. Yo........

© La Crónica del Quindío