Nunca tan ajena, nunca tan mía

La noticia del embarazo fue un sacudón. La maternidad no era un sueño ni un destino: apenas una conversación, un proyecto borroso al que rara vez dedicaba un pensamiento.

Después del derrumbe —días enteros en la cama soportando un cuerpo que se había vuelto extraño—, al llegar al tercer trimestre me levanté de golpe y tracé una radiografía de mi existencia: repasé heridas, dolores, cicatrices, logros y fracasos, y decidí lo que quería hacer conmigo.

Volví a hacer “cosas”. Entonces la escritura se volvió una urgencia, una forma de fijar las coordenadas y retratar las huellas de aquel tránsito hacia la maternidad. Luego, luego, en el posparto, aprender y hacer se tornaron vitales.........

© La Crónica del Quindío