En “Resignificar los hechos” expliqué cómo la guerrilla ha falsificado la historia para subvertir el pasado a fin de legitimar el presente.
Por esa vía, la izquierda armada ha buscado “romantizar el terrorismo” y hacer de sus crímenes algo “altruista” y “encomiable”. Mientras los subversivos, en alianza con periodistas, jueces, sacerdotes, profesores y demás, han puesto todo el empeño en recordar, hasta la saciedad, los crímenes del paramilitarismo, sus propios crímenes pasan inadvertidos en una opinión pública que cada vez cuenta con más elementos para informarse pero que cada vez lo hace menos.
Así, la guerrilla logra captar la mente de millones de incautos y poco adiestrados en el arte de la política con los que legitima su pasado criminal y crean mitos tal como dicta el credo comunista desde los tiempos del bolchevismo (1917) y el castrismo (1959). A pesar de la cantidad de trabajos históricos enteramente documentados, aún muchos creen que Lenin y Castro eran revolucionarios y no criminales. He aquí la función del mito en política.
Creado, en consecuencia, el mito del “buen revolucionario” -como diría Carlos Rangel-, los simpatizantes y amigos de la guerra de guerrillas, vienen utilizando la bandera del M-19, con mucho orgullo, para ondearla como si haber secuestrado niños, asesinar........