El 11 de octubre fue el Día Internacional de la Niña, y siento una obligación ineludible de alzar la voz por aquellas que muchas veces no tienen quien las defienda: nuestras niñas. Mi rol como profesor me ha permitido ver de cerca sus sueños, sus ilusiones, pero también sus miedos y la vulnerabilidad que las rodea. Y me resulta imposible ignorar la gran deuda que como sociedad tenemos con ellas. Las hemos dejado expuestas a un sistema que no solo las invisibiliza, sino que también las hipersexualiza y, en el peor de los casos, las deja completamente indefensas. Es hora de que reconozcamos esta realidad y asumamos la responsabilidad colectiva de protegerlas.
En Colombia, esta deuda pesa más de lo que muchos se atreven a admitir. Es necesario recordar que nuestras niñas merecen mucho más que simples palabras de aliento en días conmemorativos. Merecen acciones contundentes que garanticen su protección, su desarrollo pleno y el respeto por su niñez.
A lo largo de los años, hemos sido testigos de innumerables tragedias que evidencian la vulnerabilidad en la que se encuentran nuestras niñas. Recordamos con dolor los casos de abuso sexual, violencia intrafamiliar y el abandono sistemático al que muchas han sido sometidas. Estos no son casos aislados, sino síntomas de una sociedad que ha fallado en su deber de proteger a quienes más lo necesitan.
Recuerdo casos recientes en Tolima e Ibagué que ilustran con crudeza la realidad que viven........