En el corazón de cualquier sociedad sana se encuentra un principio fundamental: la protección de nuestros niños, niñas y adolescentes (NNA). Los debates sobre los derechos de las personas trans, aunque necesarios y valiosos en la lucha por una sociedad más inclusiva, no deben confundirse con la urgencia de garantizar el bienestar integral de quienes están en las primeras etapas de su desarrollo. Este delicado equilibrio ha sido sacudido por la reciente Circular Externa 2024150000000011-5 de 2024, emitida por la Superintendencia de Salud en Colombia, la cual ha provocado una ola de preocupación en amplios sectores de la sociedad. ¿Es prudente, o incluso seguro, permitir que niños de tan solo 3 años tomen decisiones tan irreversibles como el cambio de género? Desde mi perspectiva esta medida no solo es imprudente, sino peligrosa.
Lo primero que debemos entender es que los niños no son adultos en miniatura. Su proceso de desarrollo, tanto físico como emocional, es largo y complejo. La ciencia ha demostrado que el cerebro humano no alcanza la madurez plena sino hasta bien entrada los “veinte”. ¿Cómo, entonces, podemos esperar que un niño de 3, 5 o incluso 10 años tome decisiones que pueden marcar el resto de su vida? No estamos hablando de decisiones menores, sino de procedimientos que pueden tener consecuencias irreversibles en su salud física y mental.
El cambio de género involucra, en muchos casos, tratamientos hormonales y quirúrgicos que alteran el cuerpo de manera irreversible. En países como Inglaterra, que ha tenido una discusión más profunda sobre el tema, se ha optado por prohibir cambios de género en menores, precisamente porque se ha reconocido que no tienen la madurez necesaria para tomar decisiones de tal magnitud. En contraste,........