Aprender a mirar

Cuando éramos pequeños nos enseñaron a manejar los cubiertos, a hacer el lazo de los zapatos, a leer; más adelante, en la escuela, a saber mirar una pintura, en la escuela de música a leer partituras y, poco a poco, a tocar un instrumento. Alguien podrá rebatir mi propuesta afirmando que “todos sabemos mirar”, basta con abrir los ojos y el mundo entra por nuestras retinas como una avalancha –caras, nubes, montes ríos, casas…-con la ligereza de unas golondrinas o con la mansedumbre del viento meciendo unas cañas.

Pero hoy estamos ante el dominio del mundo audiovisual que se nos muestra como el medio básico de nuestra percepción. De la misma manera que a los niños se les enseña a leer –a descifrar esa compleja técnica del alfabeto- es necesario enseñar a los niños a mirar porque la mirada es en realidad tan seductora, tan construida, tan artefacta, como lo puede ser una metáfora lírica de los poemas de nuestra literatura y tan aparatosa y complicada como una locomotora o un juego electrónico.

La dificultad con los medios audiovisuales radica en que no parecen traducir los objetos en signos, como hace la escritura, sino que los transporta sin alteración para que podamos verlos y no hay dificultad ni esfuerzo en su interpretación.

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