Ramón J. Sender. Un retrato político

No hay duda de que Ramón J. Sender fue uno de los mayores novelistas españoles de su tiempo, posiblemente el más importante de los todos los “transterrados”, como tampoco la hay de que después sus apasionadas afiliación anarquista y de su aventura comunista, Sender acabó siendo asimilado por la idea del “sueño americano”, y de que su identificación con el que Higini Polo llama con toda razón “en la tierra de la gran mentira” (1) le llevó hasta el extremo de justificar la agresión imperial norteamericana del Vietnam, con toda probabilidad la guerra más desigual y criminal que cualquier imperio haya librado.

Según Sender, “la guerra del Vietnam es el prólogo de la guerra atómica y que ésta por el momento parece catastróficamente inevitable”, considerando que sí “se produce, será entre dos tendencias que actúan en la misma dirección: la revolución por la abundancia (Estados Unidos), y la revolución por la desesperación y la miseria (China)” (2). Este capítulo es, por supuesto, mucho más extenso. No obstante, fuese por lo que fuese, quizás porque en su obra fundamental el carácter radical y por supuesto antifranquista es tan obvio como asimilable desde diversos puntos de mira, el caso es que no recuerdo que nadie tratara de descalificarlo como “agente de la CIA”, y calificativos por el estilo que sin embargo se han tratado de prodigar por ejemplo a Orwell (3).

Instalado en los estados, en cuyas universidades estuvo enseñando hasta la fecha de su muerte, y en cuya forma de vida se sentirá tan identificado que llegará colaborar con la CIA y a dar su apoyo a la guerra del Vietnam. Sin dejar sus vinculaciones sentimentales con cierto anarquismo —Sender es un individualista, un heterodoxo rebelde e iconoclasta¾, su evolución política será eminentemente conservadora. De esta manera, cuando regresa a España en los años setenta, la joven izquierda que lo admira por sus obras se sentirá profundamente defraudada por sus actitudes políticas vulgarmente. Su obra en el exilio se distingue más por la cantidad que por la selectividad y en ella sobresale particularmente algunas como: Epitalamio de Prieto Trinidad, Crónica del alba, la magistral Réquiem por un campesino español —igualmente trasladada al cine y a la TVE, en esta ocasión y con menos fortuna por Francecs Bertriu—, El verdugo afable. La aventura equinoccial de Lope Aguirre, En la vida de Ignacio Morel —con la que consiguió el Premio Planeta en 1969-, etc, un conjunto bastante irregular donde a veces vuela como un águila y otras no pasa de la mediocridad.

Desvinculado de sus raíces y del contexto que dio fulgor su mejor obra, esta obra del exilio resulta mucho más irregular y mucho menos apreciada que los títulos escritos durante la República. Sender vivió una triple crisis, la del realismo —sin encontrar ninguna alternativa sólida—, la de las fuentes —dependiendo cada vez más del recuerdo y bastante perdido en diversas abstracciones— y la de la política que le alejó del sentimiento vivo, lleno de lirismo, que le llevó al lado de los oprimidos y de las situaciones políticas emancipadoras. En su última obra Chandrío en la Plaza de las Cortes, en la que trata del intento golpista de Tejero-Armada, y en la que insiste en su preocupación por la realidad española. Entre una impresionante bibliografía, se puede distinguir el trabajo de Marcelino C. Peñuelas, Conversaciones con Ramón J. Sender (Novelas y Cuentos, Madrid); la edición de sus Páginas escogidas (Gredos, Madrid); Destino, que ha publicado la mayor parte de sus obras…Juan Carlos Mainer editaría Ramón J. Sender. In Memoriam, con una amplia recopilación de trabajos sobre Sender. Francisco Carrasquer publicó Imán y la novela histórica de Sender (Támesis, Londres, 1970), así como La verdad de Ramón J. Sender (Ed. Cinca, Leiden, Holanda, 1982), con un estudio de su bibliografía de Elizabeth Espadas, y la lista sigue ya que la figura de Sender da pie a reediciones constantes, estudios y biografías, exposiciones y congresos.

Claro está que hay ser muy estúpido o muy sectario o ambas cosas a la vez para no saber disociar la obra de un autor de sus posibles desvaríos personales que forman parte de otra realidad…El norteamericanismo agradecido de Sender no puede cuestionar un ápice la figura de Ramón J. Sender (Chalamea, Huesca, 1902-San Diego, USA, 1982), novelista de talla, ensayista menor, poeta desconocido. Sobre él diría Vicente Aleixandre: «Lo considero de toda la vida, como uno de los grandes creadores que ha tenido España en todas las ramas de la literatura. Es decir, no sólo era un gran creador por ser un gran novelista sino que por serlo, alcanza la cota máxima de la invención literaria (…) Su literatura ha dejado una huella profunda en los novelistas posteriores y creo que, a pesar del oscurecimiento relativo que, dentro d su fulgor, ha tenido por la distancia, el alcance de su influencia ha sido muy grande”.

Como es sabido, Ramón pasó los primeros años de formación en Alcolea de Cinca, y se inició en el activismo político de signo anarquista al mismo tiempo que hacía sus primeras armas como escritor. Tal como explica magistralmente en Crónica del alba (obra que ha sido adaptada con desigual fortuna para la TV y el cine por Antonio Betancourt), compartía sus estudios de bachilleratos y su trabajo como mancebo de farmacia cuando entró en relación con las luchas obreras. En 1918 escapó del colegio y de sus padres y se trasladó a Madrid, donde trabajó en varios oficios y comenzó a escribir en el semanario ácrata La tierra.

Después del servicio militar en Melilla, una época que inspiraría Imán, que algunos consideran su mejor obra y que desde luego es la mejor que se ha publicado sobre la guerra que de Marruecos, aquella que sería determinante para la creación de uno de los partidos más viles de la historia, el de “los africanistas”, y que por cierto, fue prologada por Ernesto Fernández Armesto, entonces militante comunista, y más tarde un furibundo anticomunista que firmaba con el seudónimo de “Augusto Assia”, sobre todo en la prensa del conde Godó. Imán es una novela de obligada lectura sobre la que escribió un tal Fernando Savater es: “…una novela de una belleza sombría y agobiante vivida y atroz: se la recomiendo con la mayor urgencia a los antimilitaristas, a los enemigos de la fanfarria belicista y patriotera y de los pringosos traficantes de muerte bajo el marbete de honor”.

Al regresar del África esclavizada, Sender recomenzará su actividad periodística en el diario El Sol para continuar más tarde en La libertad, El socialista y otras publicaciones obreristas es la que consiguió un importante prestigio. Durante esta época frecuenta con entusiasmo las tertulias literarias —a las que estimará como una parte primordial en su educación—, y es poderosamente influenciado por don Ramón Mª de Valle-Inclán y por Pío Baroja, o sea por lo mejor de la novela del 98. Su primer libro fue La cuestión religiosa en México, que figura editada en Cenit con un prólogo de Don Ramón pero que en realidad escribió un joven periodista trotskista llamado Juan Andrade. Ulteriormente, Ramón publicará otras novelas que le harán el autor más destacado de la literatura social y comprometida. Entre ellas hay que destacar muy especialmente Orden Público. Novela de la cárcel (1931) Siete domingos rojos (1932), Viaje a la aldea del crimen (1934), referida al genocidio de Casas Viejas, y que ha sido recientemente editada, y Mr Witt en el Cantón, que fue Premio Nacional de Literatura en 1935…

Entre 1929 y 1933, Sender trabaja al lado de la CNT en su época más creativa, pero en 1933 viaja a la URSS, y opera una evolución que le llevará a las posiciones del PCE. Dada la procedencia del movimiento libertario su captación adquiría un valor simbólico de lo que los comunistas esperaban que sucediera en el movimiento obrero español. Este giro coincide cuando acaba de publicar en La Libertad la famosa serie de crónicas sobre la matanza de campesinos anarquistas en Casas Viejas, luego recogida en Viaje a la aldea del crimen. Lejos de una evolución ideológica al uso, no parecía que Sender rompiera su vinculación con el anarquismo, sino que, sí acaso, había reconocido su impotencia y la práctica de la CNT, y la rechaza como instrumentos revolucionarios, aunque en aquella época ambas formaciones coinciden bastante en lo que se entiende por izquierdismo. En todo esto no parece ajena la atracción por la URSS, lo que también tiene que ver con la traducción de su obra al ruso, un auténtico manjar para muchos escritores dado que la editorial es el Estado y las ediciones se cuentan en cifras desorbitadas. El sentimiento de “impasse” de los impulsos revolucionarios libertaros, que se percibe en su novela Siete domingos rojos, de 1932, era abandonado en busca de un proyecto más estructurado y que además contaba con referente tan idealizado como la construcción del socialismo en la URSS.

Éste es un Sender critica por igual “el colaboracionismo” de la UGT, el “sonambulismo” de la CNT, y por supuesto el carácter “oportunista” del PSOE, lo cual era mucho más objetivo que el calificativo de “socialfascismo”. De esta actitud sumaria únicamente se libraba el reconocimiento hacia la labor revolucionaria de Lenin y su partido en Rusia, algo que siempre que le quedó con sucesivas matizaciones como la que se desprende de su retrato de la visita a Trotsky........

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