Pueblos vacíos y ciudades abarrotadas
Cada día son más las voces que alertan sobre la muerte de los pueblos. Envejecen sus gentes, sus casas, sus huertos. El mundo rural se desmorona. Y con él se cierran las escuelas, los ambulatorios si los hubiera, los comercios y hasta los bares. La mirada de los ancianos discurre entre calles sin niños y campos abandonados donde apenas pueden verse minúsculos huertos familiares salpicando el entorno. Esta es la foto fija de la España vaciada.
En época de vacaciones, la España vaciada recibe con alegría a muchos de sus emigrados. Sin embargo, es un espejismo este regreso y con fecha de caducidad como todos los espejismos, porque en pocos días la España vaciada recuperará su vacío mientras tiende a extenderse como sucede con todos los desiertos. Excepto para los dueños del océano de plásticos de Almería y de las grandes fincas agrícolas altamente mecanizadas, vivir en un pueblo se ha convertido en una lucha despiadada contra el cambio climático y la sequía, a lo que se añade los insostenibles impuestos, los bajos precios de lo producido, las pocas ayudas y las muchas trabas legales.
Es insostenible que un agricultor perciba unos céntimos por cada kilo de algo producido con mucho sacrificio que luego se vende en el mercado cien veces más caro. Y ningún gobierno pone coto a esto. Esta situación obligó por décadas y obliga hoy a muchos campesinos medios y pequeños a tirar la toalla y buscar para sus hijos un horizonte vital más allá de sus campos,........
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