La intolerancia se ha convertido en una enfermedad social tan extendida como evidente y sangrante. En su esencia se encuentran algunos ingredientes que es bueno conocer para que no nos den gato por liebre o fascismo por democracia, por ejemplo.
Uno de los principales ingredientes es el fanatismo.
El fanatismo está al orden del día, y sus muertos no cesan en todos los continentes. La mayoría lo son por la ambición y el deseo de poder de una minoría de locos y fanáticos del dinero y el reconocimiento social a los-as que molestan en extremo otras minorías muy distintas que les desenmascaran ante la opinión pública, a quienes procuran hacer callar por todos los medios legales o no y con toda clase de leyes y bulos. Y si no son suficientes para hacer callar a mensajeros-as de las verdades, ahí están los aparatos judiciales y policiales al servicio de su majestad el dólar con sus correspondientes gobiernos “dolarizados” o “eurodizados” fraternalmente unidos por la codicia.
Las colinas de los locos
Como todos sabemos, nuestro mundo se halla bajo el control y el poder de ese 1 por ciento de individuos ricos hasta la obscenidad, indiferentes al daño que producen para conseguir y mantener sus paraísos de oro y sus vidas absurdas. Inmaduros o perversos en lo emocional, resultan verdaderos enfermos mentales por su fanatismo extremo y obsesivo por dinero y poder, que el ser demasiado y quererlo solo para sí les hace especialmente peligrosos para todos nosotros, lo que no vivimos en la colina.
Si ese 1 por ciento de Midas lo desea, pueden crear una crisis económica, un problema social, inventar un partido político que les represente- de hecho prácticamente todos son suyos- y hasta pueden desencadenar una guerra aquí o allá- y prácticamente todas llevan sus firmas –........