por Bolívar Echeverría
Privilegio acordado a muy pocos latinoamericanos, hemos podido asistir en Berlín a la proyección de “Os Fuzis”, filme rodado en el Brasil, en 1963, bajo la dirección de Ruy Guerra. Esperando tiempos mejores, que rompan con el monopolio de las empresas norteamericanas sobre los instrumentos de divulgación cultural y que permitan a los latinoamericanos hablar entre si en voz alta y discutir la forma que ellos quieran dar a su destino, no nos queda por ahora sino correr la voz por entre los intersticios dejados por los monopolios y dar a conocer, por lo menos a círculos estrechos, los argumentos que salen de las contradicciones latinoamericanas y se dirigen a ellas, proyectando superarlas.
¡Ah, si esta película pudiese ser vista por cualquiera! Es una de las primeras pruebas absolutamente indiscutibles de que América Latina ha madurado ya hasta una situación auténticamente revolucionaria. Pero, ¿no es esta una verdad de Perogrullo? ¿No estamos ya desde hace algunas décadas convencidos de que una transformacion fundamental es indispensable para la América Latina? Sin duda alguna. Mas el hecho de que nosotros hayamos estado convencidos no significa de ninguna manera que América Latina misma lo haya estado. Este convencimiento —gracias a un “fenómeno de sustitución”, muy frecuente en periodos prerrevolucionarios— ha sido patrimonio de grupos intelectuales consecuentes y de buena voluntad. Y los intelectuales, por más fuerte que sea su convicción revolucionaria, no pueden reclamar para sí el ser muestras de una conciencia revolucionaria como totalidad. En contraposición a esto, la película de Ruy Guerra no es meramente prueba de una convicción del autor sino de un estado histórico de conciencia del ambiente social en que fue producida. Es la expresividad originaria, inmediata y concreta del complejo de relaciones sociales latinoamericanas la que se demuestra como revolucionaria en “Los Fusiles”.
La historia no la efectúan las fuerzas económicas en un entrechoque mecánico. “El hombre es el sujeto de la historia”, nos enseña Marx; y él mismo nos recuerda que nuestra historia no pasa de ser una “pre-historia”, que el hombre humano no ha existido en ella. En la pre-historia vive el “hombre alienado”; el hombre en tanto que “personificación de categorías económicas.” No las fuerzas económicas puras sino sus “encarnaciones” humanas han sido los sujetos de la historia. El hombre es actividad histórica encarnada en cuanto encuentra un sentido dentro del esquema de fuerzas económicas en que vive. Y, porque el sentido de la dinámica económica ha sido el “contrasentido” de una anti-vida, el hombre solo podrá ser el verdadero “sujeto de la historia” en cuanto tome sobre sí la superación de su contradicción histórica respectiva.
No ha de extrañarnos por eso que, por lo general y con muy pocas excepciones, nuestras obras artísticas de contenido social se presenten a manera de ilustraciones de cuadros estadísticos. Fuerzas económicas puras, revestidas de una humanidad abstracta, han tenido que representar los conflictos del hombre latinoamericano. Si esto ha sido así es porque la dinámica económica de la América Latina, recién incluida en los manejos del capital imperialista, no había provocado todavía el surgimiento de su “persona” correspondiente, de su agente o sujeto histórico. El hombre latinoamericano se representaba su vida dentro del sentido alucinado que le imponían mitos e ideologías de mayor fuerza convincente que la muda experiencia económica; su acción se hundía, sumisa, en el mecanismo “divino” que lo expoliaba, aceptando un destino y confiando en un giro salvador. Ausente un........