No se combate a la extrema derecha sin comprender la causa de su auge

Las causas probables del ascenso de la extrema derecha en el mundo capitalista

El fenómeno político más llamativo de nuestra época reciente, que con propiedad algunos califican como la época de los dirigentes autoritarios, es el auge de la extrema derecha en los países capitalistas partitocráticos. Hay quien prefiere llamarla nueva derecha radical, ultranacionalista o populista, y los más beligerantes, derecha neofascista. Por alguna razón, una multitud decepcionada y colérica, en parte trabajadora, que se siente lastimada, discriminada o insuficientemente atendida por las instituciones en las que había confiado, se vuelca en esa opción política. Ni Franco, ni Hitler, ni Mussolini han resucitado, por más que el revisionismo histórico dedique a sus regímenes una mirada nostálgica y aliente una relativa comprensión. Se trata de un fenómeno bien moderno. Para una mejor comprensión del mismo habrá que estudiar el contexto en el que se ha producido para desvelar uno a uno los factores que han contribuido a su eclosión y desarrollo. En primer lugar, la desaparición del movimiento obrero.

En el Estado español, al menos, desde los ochenta del siglo pasado, no podemos hablar ni de movimiento obrero, ni de autonomía proletaria, ni de conciencia de clase. Las subidas salariales conseguidas en la década anterior, el temor al paro, sumado todo a la intervención de los sindicatos organizados bajo el paraguas gubernamental que acapararon la negociación y desarticularon los mecanismos asamblearios, provocaron una ola de conformismo tan generalizado que determinó un desclasamiento imposible de revertir. La preponderancia del sector terciario, la automatización de los procesos productivos, la reconversión industrial, la instalación en la periferia de las masas obreras de las grandes urbes y el crecimiento económico relativo a las primeras fases de la globalización, posibilitaron una atmósfera consumista que dio origen a una nueva clase media asalariada. Era el final del movimiento obrero autónomo. El nuevo estilo de vida creó una mentalidad individualista y competitiva muy alejada de los valores que caracterizaron antaño a la clase obrera. Entonces, la vida privada desplazó por completo a la vida social, permitiendo que el sindicalismo y la política se profesionalizasen y se corrompiesen, integrándose en el mundo de la mercancía en tanto que trabajo bien remunerado y oportunidad de ascenso social, claro está, siempre al servicio de los intereses dominantes.

La inmersión en la vida privada, el aislamiento social típico de los bloques del extrarradio metropolitano, la indiferencia hacia la política -traducida en aceptación pasiva del sistema parlamentario-, el endeudamiento y la preocupación por la seguridad fueron los rasgos que mejor definieron a la nueva clase media, o mejor, a la “mayoría cautelosa”, tal como la llamarían posteriormente los asesores del último presidente socioliberal. El nivel de ingresos era secundario, pues apenas alteraba la ideología mesocrática: todavía hoy, cuando la clase media real se empobrece a marchas forzadas, el 60% de la población se considera miembro de esa clase y solamente el 10% se percibe a sí misma como clase trabajadora. El factor clase media ha sido determinante en la parálisis social que se ha mantenido incluso en una situación de clara desigualdad y degradación del llamado por sus panegiristas “Estado del bienestar” o “Estado de derecho”, o más concretamente, el deterioro de los servicios públicos que justificaban el dominio paternal del Estado. El miedo paraliza y esa es la gran pasión de una clase que ignoraba la solidaridad y no sabía qué hacer con la libertad. El pánico alimenta sus........

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