Era un muchacho aún cuando me acerqué por primera vez a Auvers-sur-Oise buscando alguna huella de Vincent.
La soledad del exilio y la ausencia de los amigos desaparecidos alargaba los días y eternizaba las noches.
Recuerdo la patada en el estómago que recibí cuando descubrí la iglesia, más o menos desde el mismo ángulo que la pintó Vincent, y la interrogante que me desolla vivo desde entonces, ¿cómo es posible pintar la realidad de tal manera que la firme de la milanesa está en el cuadro, no en el objeto pintado? Vincent, cabrón, ¿cómo lo hacías?
Ningún ojo electrónico montado sobre rótulas giratorias en 360º, ningún objetivo panorámico en plan vistavisión, ningún zoom de mis dos, nada ni nadie ha sido capaz de acercarse a ese nivel de realismo real de la realidad real.
No sé tú, pero servidor no siempre controla sus sensibilidades y debe luchar simultáneamente contra la jodida emoción, y una sensación contradictoria de alcanzar el........