En los últimos meses hemos visto sucederse vertiginosamente numerosas noticias relacionadas con la política migratoria en Europa. Francia impulsa una nueva regulación de extranjería, apadrinada por el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen y más restrictiva que la anterior. Polonia anuncia que ha decidido dejar de cumplir sus obligaciones internacionales relativas al derecho de asilo. Alemania cierra sus fronteras, dejando sin efecto el Tratado de Schengen, con sus países limítrofes, para evitar la entrada de migrantes. Países Bajos prepara una modificación de la regulación relativa al asilo y refugio destinada a dificultar, aún más, la entrada de quienes huyen de las “naciones oscuras” por los más diversos motivos.
La Italia dirigida por la ultraderechista Giorgia Meloni se convierte en el espejo en el que desea mirarse la Comisión Europea de Ursula Von der Leyen. La conservadora alemana, presidenta del “gobierno de facto” de Europa, afirma públicamente que el “proyecto Albania” de Meloni es un ejemplo que las instituciones de la UE deben imitar. Se trata de la idea, compartida por otros países como el Reino Unido, de concentrar a quienes solicitan asilo en campos de concentración en países terceros, como Albania (en el caso italiano) o Ruanda (en el británico). El primer intento de implementar esta política en Albania se ha saldado con un sonoro fracaso. Los 16 migrantes internados tuvieron que ser trasladados de nuevo a Italia, dado que pertenecían a países que han sido declarados “no seguros” por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea.
En España, los menores migrantes no acompañados se convierten en motivo de polémica política. El Partido Popular bloquea la posibilidad de que sean repartidos entre los centros de acogida de las distintas Comunidades Autónomas, y da rienda suelta a una dinámica discursiva basada en el miedo a los niños y niñas que llegan del Sur Global y en la islamofobia más acusada. Mientras tanto, la ultraderecha montaraz y las........