Michel Foucault, 40 años después

«Todos mis análisis van en contra de la idea de necesidades universales en la existencia humana»

M.F. Vérité, pouvoir et soi

«Está claro que la voluntad de verdad es profundamente histórica. En definitiva, se trata de saber qué relaciones de dominación están implicadas en la voluntad de verdad»

M. F. Leçons sur la volonté de savoir

«…esa parte, jamás fijada, adormecida en nosotros y de donde surgirá mañana lo múltiple»

René Char

Muerto el perro se acabó la rabia; habrá quien seguro que aplicó en su momento tal cual el dicho, en su literalidad, con ocasión del fallecimiento a causa del sida el 25 de junio de 1984, tenía 57 años, en el parisino hospital de Pitie-Salpetriere, donde precisamente realizase sus primeras prácticas; y es que para algunos no fue sino el producto de una moda pasajera, como todas, para otros, su obra no era más que el reflejo de una alocada existencia (que se lo pregunten al docto don Mario Vargas Llosa, de quien recuerdo que en un campus norteamericano aleccionó a los alumnos señalando que las enseñanzas del pensador de Poitier se resumían en una invitación a arrojar piedras a la policía y a ser gay. ¡qué nivel, Isabel), en onda parecida, pero algo menos simplistas, algún biógrafo, James Miller, relacionaba de una manera absolutamente causal que los intereses temáticos de Foucault respondían a sus problemas personales (locura, sexo…), algo parecido viene a mantener Michel Onfray quien en su deriva galopante, arrojando lastre y abominando lo que antes admiró, hacia un singular libertarismo de soi même, casi stirneriano (de Max Stirner, autor de El único y su propiedad), interpreta desde su visión del hapax existencial las tendencias sexuales del autor de la Historia de la sexualidad, ligándola con el marqués de Sade, entre otras cuestiones [cierto es que en alguna ocasión afirmó que «siempre quise que, en algún aspecto, mis libros fueran fragmentos de una biografía. Mis libros siempre fueron mis problemas personales con la locura, la prisión, la sexualidad -matizando en otra entrevista- no hay libro que haya escrito sin, al menos en parte, una experiencia directa, personal,» / los subrayados son míos; ergo il faut pas exagérer!. Se ha de añadir a lo anterior que su esbozo en el que presenta su filosofía, unificada, bajo el seudónimo de Maurice Florence en el Dictionnaire des philosophes de Huisman, retomado en el tomo cuatro de los Dits et Écrits p. 345 responde más a la realidad e intención de su quehacer como Historia crítica del pensamiento…ésta «sería un análisis de las condiciones a través de las que son formadas o modificadas ciertas relaciones del sujeto y el objeto, en la medida en que éstas son constitutivas de un saber posible…»]. Las críticas llovieron desde diferentes campos al reprender al autor de Vigilar y castigar, por meterse en terrenos ajenos como un cazador furtivo que no respetase las fronteras disciplinares: historia, psicología, medicina, género, política, crítica literaria, etc.. Hasta alguien llegó a mentar el Meim Kampf al hablar de su Las palabras y las cosas, añadiendo -el que hablaba así era Jean-Paul Sartre- que el pensador de Poitier era «el último baluarte que la burguesía ha erigido contra Marx», mientras otro, creo recordar que el profesor brasileño José Guilherme Merquior, le calificaba de un nihilista en la cátedra, dando por sentado que tal etiqueta suponía un insulto, finalizando, que no es cuestión de pasar lista, un comunicacional filósofo germano le tildaba de observador cínico de la sociedad [ciertamente........

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