Guerras y fascismos

Nota: texto elaborado para el programa de Maestría de Estudios de Conflictos, de Caracas, Venezuela, desarrollando ideas debatidas en la charla-debate online del pasado 9 de mayo de 2024.

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Pensé en titular este artículo Fascismos y guerras, siguiendo el tópico burgués de que es el complejo formado por fascismos y extremas derechas el que provoca las guerras. En realidad, el título correcto debe ser el contrario: Guerras y fascismos. Son las contradicciones del capital las que van preparando y lanzando guerras injustas como última solución a sus crisis, lo que provoca en respuesta las guerras justas y defensivas de las clases y pueblos explotados. A la vez, pero en segundo lugar, esas contradicciones van impulsando ese gélido universo ultra reaccionario como complemento para reforzar las salidas militaristas y belicistas. Existe un continuo entre crisis capitalista, violencias y guerras, y fascismos en sus muchas expresiones, en el que sus tres componentes interactúan pero siempre bajo la dirección subterránea de las contradicciones del capital y de la lucha de clases.

Pero como veremos, este continuo está surcado por cambios significativos en la explotación capitalista: desde la subsunción formal a la subsunción real para terminar, por ahora, en la desregulación y pérdida de influencia de la relación salarial, lo que multiplica las sensaciones de inseguridad vital fácilmente manipulables por las fuerzas que manipulan los miedos y adecúan el irracionalismo. Las tres grandes épocas han condicionado de diversas maneras el desarrollo de las extremas derechas y del fascismo así como propuestas ideológicas para aplastar las luchas por el socialismo. En las tres etapas, las guerras han jugado funciones desencadenantes decisivas, cosa que las burguesías siempre han intentado camuflar o negar con diversas excusas. Les es imprescindible negar esta realidad, sobre todo desde finales del siglo XX cuando empezaron a emerger a la luz los efectos devastadores de los profundos cambios que se estaban dando desde el fracaso del neoliberalismo para asentar definitivamente el poder del imperialismo en el mundo, fracaso que ha exacerbado los efectos del retroceso de la forma-salario y consiguientemente del incremento de las formas de explotación.

Hasta la década de los ’80 del siglo pasado la propaganda burguesa occidental hizo creer a millones de personas que el nazifascismo y el militarismo japonés eran los únicos responsables de la IIGM, del mismo modo que el único responsable de la IGM fue un fanático nacionalista serbio al matar en un atentado en Sarajevo a un archiduque austríaco. Siendo cierto como desencadenante, se impedía el estudio de las causas socioeconómicas que las impulsaban fuera de la mirada inmediata. Negada la responsabilidad histórica del imperialismo en ambos conflictos, y una vez que la burguesía occidental se sintió con fuerzas suficientes para arremeter contra la URSS y contra la clase obrera que se orientaba al socialismo, se inició el llamado «revisionismo histórico»,

Desde los ‘50 se comenzó a insistir en que los nazis fueron derrotados por EEUU y Gran Bretaña y no por la URSS que tuvo sólo un papel secundario cuando en realidad el Ejército Rojo había aplastado al 80% de los nazis, entre ellos sus mejores divisiones SS. También silenciaron el decisivo papel de China en la derrota del Japón, destrozando al 60% del ejército nipón. Luego, en la segunda mitad de los ‘80 empezó a decirse que la URSS pensaba invadir Alemania en 1941 obligando a Hitler a atacar primero, en suma, que la invasión de la URSS era defensiva. Desde que los gobiernos de Putin empezaron a distanciarse de Occidente y a mirar a Asia, se inició la guerra mediática, y alrededor de hace cuatro años la propaganda «democrática» recuperó el slogan franquista de que «Rusia es culpable».

Esa prensa, los partidos conservadores y el reformismo impide sistemáticamente que el proletariado tome conciencia de la ideología nazi-fascista y/o ultraconservadora del grueso de las unidades de la OTAN en una Ucrania corrupta hasta la médula, nido de mafias y tráfico de órganos; también impide que conozca cómo ese magma ideológico penetra en los ejércitos y policías de la UE y especialmente en sus estructuras de la frontera con Rusia. No sería raro que se hubiera empezado ya a relativizar la inhumana responsabilidad criminal de Japón en sus ataques a la URSS, Manchuria y China desde 1932 hasta concluir en el llamado «incidente del Puente Marco Polo» de julio de 1937 que fue la gota cualitativa que terminó desatando oficialmente la IIGM en Asia.

Hasta finales del siglo XX era aún rentable aunque cada vez menos el echar la culpa de las violencias y guerras al nazifascismo, a la extrema derecha y al imperialismo japonés; pero dejando aparte a las burguesías italianas, alemanas y japonesas, también a la española y a la portuguesa así como a las fuerzas colaboracionistas con los invasores, a los grandes empresarios, técnicos e intelectuales, a los militares no notoriamente criminales, al grueso de las iglesias cristianas, etc., por no hablar de jueces, fiscales, policías, militares y hasta mafias y criminales.

Pero durante el cambio de siglo cada vez era más necesario buscarse un nuevo responsable de las violencias y guerras que empezaban a proliferar por el mundo. Había al menos cuatro razones que así lo aconsejaban: Una, todo indicaba que el capitalismo occidental encontraba cada vez más dificultades para abrir una nueva fase expansiva tras el claro agotamiento de la estrategia neoliberal. Dos, Rusia no se había rendido, China planeaba una intensa recuperación, la creación del G 20 no lograba reactivar la economía que en 2001 sufrió un bajón financiero impresionante anunciando la gran crisis de 2007, y por no extendernos, en respuesta se creó en 2010 el BRIC: Brasil, Rusia, India y China. Tres, aunque el imperialismo descuartizó Libia, otros muchos países se le resistían con cada vez más decisión. Y cuatro, desde 2013-2015 por poner una fecha, el imperialismo comprendió que difícilmente podía acortar la ventaja que le empezaba a tomar Eurasia, el BRIC y la multipolaridad en recursos básicos, economía, población, espacio, ejército, alianzas políticas y tecnociencia.

En estas nuevas condiciones, los fascismos y extremas derechas clásicas, han pasado de ser chivos expiatorios para lavar la cara a la brutalidad capitalista, echándoles la culpa de muchas cosas, para convertirlas en instrumentos muy importantes de la doctrina político-militar imperialista para contener y revertir su decadencia, tras una intensa adecuación a los tiempos nuevos. Llegados a este punto, tenemos que preguntarnos sobre qué fascismos y fuerzas ultra reaccionarias necesita ahora el poder imperialista, porque es sabido que el término fascismo tiene muchas caras y muchos contenidos, que es un término polémico con muchas acepciones, al igual que el de extrema derecha. Sin embargo, sí podemos reseñar varias constantes que se reiteran incluso desde mediados del siglo XIX por poner una fecha, antes de que se creara el partido fascista en noviembre de 1921 antes de que Mussolini se adhiriera a él.

Teniendo en cuenta la cortedad de este artículo, vamos a enumerar muy sintéticamente los más importantes. Uno y el fundamental, es su odio al movimiento revolucionario al que quieren destruir. Dos, su ataque a derechos democráticos elementales, aunque no sean revolucionarios. Tres, su adoración a un líder dictatorial, a la jerarquía y a la obediencia. Cuatro, su racismo y........

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