Conocí a Lince Hernando Torres muy cerca de la oficina donde trabajo, en el barrio Santa Isabel, en Cali. Llegó al parquecito donde acostumbro leer al mediodía, después del almuerzo.
“Lustro calzado”, me dijo. Levanté la mirada y me encontré con la encarnación del Quijote de la Macha, salvo Rocinante, pero sí con un perro flaco que no tenía fuerzas ni para ladrar. Luego entendí las razones. Aguantan hambre en una pieza muy cerca de La Estrella, parte alta de Siloé. La habitación la comparte con un hijo que tiene síndrome de Down y vive muy enfermo. Paga cada día ocho mil pesos.
Aceptó........