Por mucho que en los últimos dos mil días no se hayan tomado juntos ni un solo café, ni siquiera virtual, pocas cosas vinculan más a dos políticos entre ellos que lo de compartir deudas y adversarios.
Respecto de las deudas, tras las últimas elecciones generales y en pleno ejercicio de sus competencias firmaron un contrato público, llamado “ley de amnistía”, tras difíciles negociaciones sometidas a los insultos y amenazas de los perdedores, pero también de jueces poderosos que no paraban de anunciar que se negarían a aplicarlo, antes incluso de conocer la letra pequeña, en un caso que ya forma parte de la historia universal de los peores acosos de entre los sufridos por un poder legislativo nacido de unas urnas no cuestionadas por nadie.
En cualquier caso, el catalán pagó su parte por anticipado, aquellos siete votos irreversibles en el Congreso, pero el madrileño tiene muchos e importantes flecos pendientes porque, si consiguió seguir en La Moncloa fue, precisamente, para resolverlos, no para........