Quien más quien menos hemos hablado alguna vez de ese “muerto” y ese “vivo”, aunque no desde un poder político que nos permitiera decidir sobre las vidas de otros, ni tampoco con lo que ahora llaman “falta de empatía” y que llena el alma de la presidenta Ayuso quien, para algo tan de cada día como es el defenderse de las críticas de la oposición, es capaz de recurrir a la crueldad de que “iban a morir igual”.
Sí, la de “iban a morir igual” es también otra frase de esas que alguna vez hemos dicho, aunque nunca hubiéramos firmado un “protocolo” como el que autorizó ella durante la pandemia si esas vidas, o incluso únicamente su manera de morir, hubieran dependido de nosotros.
Ayuso se ha quedado a menos de dos puntos de la mayoría absoluta en unas elecciones celebradas tres años después de las más de siete mil víctimas y, cuando pienso en su comportamiento, llego a la conclusión de que transmite a muchas personas la sensación de que comparte instintos primarios que para la mayoría son inconfesables, pero que ella proclama sin complejos. Los de quienes desean que se muera el viejo para cobrar la herencia, por ejemplo. Entonces, poder........