Un hecho delictivo y de corrupción salpicó de nuevo la palestra de nuestros medios de comunicación hace pocos días. Se trataba de un caso áspero e intolerante en Guantánamo, donde el afectado directo resultó, como casi siempre pasa en estos casos, el pueblo. Lamentablemente, no es la primera vez que suceden estos delitos de alta envergadura, con un desfalco que incluyó la extracción de más de siete millones de pesos en productos que nunca llegaron a su destino.
Frente a la ética invariable de la Revolución, están quienes intentan hoy probar, como esos involucrados en la más oriental de nuestras provincias, las mieles inmorales y detestables de la corrupción. Son los mismos individuos que minan desde dentro la confianza, la traicionan y se creen luego impunes frente a nuestras leyes para terminar obrando con total vanidad.
Algunos opinan que los tiempos de crisis exacerban el flagelo, lo alimentan cual caldo de cultivo. Y es cierto. Sin embargo, tampoco podemos........