Casi a las tres de la tarde, bajo el inclemente sol de La Habana, en los alrededores de la calle Santa Ana, en el municipio de Plaza de la Revolución, se escucha un pregón singular. A esa hora entra en el sitio el amor, la sobrevivencia y la dulzura de ganarse la vida hoy con una actitud peculiar, potente, que nada perturba.
Es difícil que el vendedor ambulante, tan enfrascado en sus ganancias, piense en hacer de cada día un acto también de justicia y fe mientras pregona su producto. Sin embargo, desde hace algún tiempo escucho al hombre que, además de vender tamales, le rinde tributo a viva voz a su madre.
Él, peinando canas y de piel arrugada, quizá por el paso duro de los años,........